viernes, 23 de abril de 2010

- Bizancio.......... en Estambul

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La ciudad de los tres nombres: Estambul, Bizancio o Constantinopla, es una metrópoli ubicada en la encrucijada de la historia. Hoy en día no hay accidentes geográficos que limiten las comunicaciones, pero el Bósforo, ese camino de agua que separa Asia de Europa, ha sido durante más de veinticinco siglos el que ha forjado la historia, la fisonomía y la personalidad de esta capital única, compendio de culturas y unión de dos continentes tan dispares. Es aquí en esta urbe, donde se respira esa sensación pluricultural sin precedentes que el tiempo se ha encargado de asentar, como si fueran los posos que ese espeso café turco dejan en el fondo de una taza.

Ya se que algunos de vosotros os resultan un poco espesos estos retazos de historia que pongo por aquí, pero no se pueden entender bien los lugares sin conocer los condicionantes y las vicisitudes de su pasado, así como su situación geográfica. Estambul está determinada por estos dos elementos; su ubicación ha hecho que por ella hayan pasado cantidad de pueblos de muy distintas culturas, y alejados en la distancia, generando que sea una de las ciudades más ricas en tener una historia tan sugerente. Para no cansaros solo os pongo unas muestras que harán entender mejor el porque de lo que allí podemos contemplar y que el paso del tiempo, así como la mano humana han dejado conservar.

En el año 680 a.C. los Megaranos (griegos) huyendo de los Dóricos, fundan la ciudad de Calcedonia en la parte asiática del Bósforo, si bien se han encontrado restos en la misma localización que datan de la era neolítica. En la zona europea, en los alrededores de lo que hoy es el Palacio de Topkapi, se han hallado asentamientos de la Edad del Bronce, es aquí donde por el año 667 a.C. se crea el primer asentamiento documentado que de la ciudad se tiene. Es el rey griego Byzas, quien siguiendo las indicaciones del Oráculo de Apolo, decide establecerse a este lado del estrecho, enfrente del “país de los ciegos”, eligiendo una ubicación idónea, al poder contar con un puerto natural perfecto como es el Cuerno de Oro. Del nombre de este rey le viene su primera nominación como Bizancio.

Es conquistada por los Persas en el 513 a.C., cayendo bajo el poder de Atenas casi un siglo después, pasando en el 405 a. C. a dominio Espartano. En el 340 a.C. es sitiada por los Macedonios al mando de Filipo II, padre de Alejando Magno, (de su nombre viene la palabra “filipicas”, discursos que en contra de él dirige el griego Demóstenes), en el 279 a.C. los Celtas invaden Tracia, imponiendo tributo a Bizancio. Los Galos (franceses) en el año 227 a.C. se instauran en la parte asiática y los Romanos llegan en el 146 a.C. hasta aquí, anexionando la ciudad al Imperio en el año 100 a.C..

En el 194 ya de nuestra era, disputas palaciegas internas del Imperio Romano provocan que el emperador Lucio Septimio Severo sitie la ciudad durante tres años, saqueándola y destruyendo la totalidad de sus murallas, aunque luego se dedicara a reconstruirla, dejándonos entre sus obras los restos que quedan del hipódromo, mandado construir por él.

Pero es el emperador Constantino quien verdaderamente promueve el desarrollo de la ciudad, ejecutando en ella numerosas construcciones, que la convertirían en la segunda capital del Imperio Romano la “Nueva Roma”, edificada sobre "siete colinas", a imagen de Roma, y dividida en catorce regiones, diez de las cuales se encontraban dentro de las murallas. El 11 de mayo del año 330 y durante cuarenta días de ritos y festejos, se inauguró la nueva urbe que contaba por entonces con unos 30.000 habitantes, pasando a llamarse Constantinopla, la ciudad de Constantino. Influenciado por su madre, el emperador se convirtió al cristianismo e incitó por decreto con el “Edicto de Milán” en año 313, para que la población siguiera su nuevo credo. Doce años después convoca el Primer concilio de Nicea, en él se redacta el Credo Niceno, que permanece prácticamente inalterado 1700 años después, dándonos una idea de la evolución de la iglesia. Durante este concilio (uno de los más importantes de esta religión) convierte el Cristianismo en Catolicismo, decidiendo de entre los 270 evangelios existentes hasta el momento cuales eran los inspirados por Dios, eligiendo los de Marcos, Mateo, Lucas y Juan, quitándose de un plumazo los 266 restantes, conociéndose estos desde entonces como “Evangelios Apócrifos” y declarándose la posesión de alguno de ellos como delito capital, provocando en los tres años siguientes al Concilio la muerte de decenas de miles de cristianos. Hoy en día Constantino “El Grande” aun es venerado como uno de los principales santos del Cristianismo Ortodoxo.

En el 395 el Emperador Teodosio I repartió el imperio entre sus dos hijos, para Arcadio el oriente y para Honorio el occidente, consumándose la desmembración que Diocleciano comenzó cien años antes, creándose de forma definitiva el Imperio Romano de Oriente.

A principios del siglo V se edificaron las murallas de la ciudad que hoy en día todavía podemos admirar. Mientras el Imperio Romano de Oriente se fortalecía, el de Occidente ya formaba parte de la historia hacia el año 476.

Entre 527 y 565 con el emperador Justiniano, se construyeron nuevos edificios en la ciudad, entre los que destaca la reconstrucción de la Basílica de Santa Sofía como actualmente la podemos admirar. Bajo su dominio se desarrolla una de las épocas más esplendorosas para la ciudad, llegando a tener medio millón de habitantes, siendo la metrópoli más grande en su época.

Desde mediados del siglo VII hasta finales del IX es asediada por los árabes en ocho ocasiones, intentando conquistarla sin conseguirlo.

En el año 1054 el cristianismo se fragmenta, es lo que se denominó “Cisma de Oriente” dividiéndose, en el Papado de Roma y el Patriarcado Ortodoxo de Constantinopla, durante los siglos anteriores la política del Imperio de Oriente ha estado fundamentada en disquisiciones religiosas, pero contaba hasta ese momento una buena organización militar que le hacia estar rodeada por aliados que le respetaban, o por enemigos que le temían.

Durante la segunda mitad del siglo IX comienza la expansión del imperio turco hacia el norte, llegando a ocupar gran parte de la península de Anatolia, así como hacia el sur tomando la ciudad santa de Jerusalén, conmocionando a Occidente, provocando de los reinos cristianos occidentales y del Papa de Roma una alianza, que se concreta en la creación de La Santa Cruzada, ejércitos de distintos países con la intención de recuperar de nuevo los Santos Lugares para el Cristianismo.

Las tres primeras Cruzadas atravesaron durante un siglo Constantinopla sin apenas influir en su cotidianidad, pero fue el 12 de abril de 1204 cuando la Cuarta Cruzada a su paso por ella, asaltó la ciudad sometiéndola a un espantoso saqueo del que no se libraron ni palacios, ni iglesias, ni mansiones; hasta Santa Sofía fue desvalijada, llegando hasta los reinos europeos cantidad de reliquias y obras de arte como nunca antes hubo precedente, todas ellas producto de la gran rapiña a la que fue sometida la ciudad por los Caballeros Cruzados.

Aunque fue recuperada por los bizantinos en 1261, el daño que habían producido en la disgregación del imperio fue irreparable, sus flancos territoriales estaban abandonados a las presiones de pueblos con grandes deseos de expansión. Desde de entonces y durante dos siglos, la impotencia de Bizancio provocó que franceses, florentinos, genoveses, venecianos y hasta navarros o catalanes, se apropiasen de territorios sin demasiada resistencia.

Entre los siglos XI y XII, los genoveses y los venecianos dominan el comercio de la ciudad, sobre todo en la parte de Gálata.

A partir del saqueo de Constantinopla por la Cuarta Cruzada, Bizancio no fue por su flanco meridional más que una débil valla para el Islam, que finalmente fue conquistada en el año 1453 por el ejército Otomano bajo la dirección del Sultán Mehmet II, entrando a caballo en Santa Sofía, convirtiéndola de inmediato en Mezquita, pero respetando en gran parte las creencias religiosas de sus habitantes que nunca fueron expulsados por ellas, existiendo durante siglos una tolerancia que últimamente los integrismos se están encargando de dinamitar, en el mejor sentido de la palabra. La toma de Constantinopla por los turcos, el 29 de mayo de 1453 define el fin de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna.

Producto de esta tolerancia, aun podemos admirar restos de este periodo de una importancia sustancial, no hay que olvidar que Bizancio brilló con luz propia durante nada menos que 1.000 años y que influyó decisivamente en la cultura y el arte de la Europa occidental, debido a su posición estratégica entre Europa y Asia, controlando tanto la ruta entre estos dos continentes, como el paso del Mar Mediterráneo al Mar Negro, lo que motivó que durante siglos fuese la gran urbe europea medieval, que os invito a visitar a través de un recorrido virtual por sus restos Bizantinos.

Comienza este periplo por las Murallas de Teodosio. Mandadas levantar por este emperador a principios del siglo V, tenían una longitud de mas de 30 km. y recorrían todo el perímetro de la ciudad, en la actualidad podemos ver restaurados cerca de los 7 km. que unen el Cuerno de Oro con el Mar de Mármara, cerrando la ciudad vieja por su flanco oeste, el único terrestre. La mejor manera de ascender hasta las torres de su baluarte es en las proximidades de San Salvador en Chora, desde donde podremos tener una vista completa de gran parte de Estambul. En su extremo sur, próximo al Mar de Mármara encontraremos la Fortaleza de Yedikule, pero su limitado interés y lo alejado de cualquier otro lugar atrayente nos hace desistir de su visita.

A pocos pasos de las murallas encontramos la iglesia de San Salvador en Chora (Kariye Kilisesi), mandada reedificar por Justiniano en el año 536, es considerada como uno de los mejores ejemplo de la arquitectura religiosa Bizantina, pero la mejor sorpresa está guardada en su interior. Convertida en mezquita (Kariye Camii) por los otomanos, años después de la toma de Constantinopla, su interior fue recubierto de yeso para ocultar al culto islámico las imágenes allí expuestas, gracias a ello hoy este edificio convertido en museo (Kariye Müzesi) alberga sin duda la mejor colección de pinturas y mosaicos de todo Estambul, siendo uno de los lugares imprescindibles de visitar.

Desde aquí seguiremos caminado hasta la calle Draman (Draman cadessi), en donde preguntaremos para que algún lugareño de estos barrios nos sitúen hacia otra de las antiguas iglesias Bizantinas, la de Theotokos Pammakaristos (Bienaventurada Madre de Dios), también convertida en mezquita (Fethiye Camii) y de nuevo en la actualidad museo (Fethiye Müzesi). Pequeña y recogida, alberga también algunos mosaicos de interés entre sus arcos, así como un resplandeciente pantocrátor en la cabecera de su ábside.

Cruzamos el barrio de Fatih, descendiendo hacia el sur por la calle Halicilar (Halicilar caddesi), donde al final de ella encontramos la Iglesia de Constantino de Lips (Fenari Isa Camii o Molla Fenari Isa), mudada también a mezquita. Su interior de austero ladrillo no cuenta con mosaicos, estando formado por dos sombrías capillas; la primera edificada hacia finales del siglo X y la segunda capilla mandada construir por la emperatriz "Teodora", con la intención de construirse una sepultura real.

Tomamos ahora dirección hacia el acueducto Valente, descubriendo en una pequeña plaza entre las calles Kizanlik y Kiztasi la Columna del Emperador Marciano, coronada por un enorme capitel corintio. Construida en el 455 con granito rosa traído de Egipto, los turcos la llaman Kiztasi (columna de la niña). Proseguimos nuestro camino hasta el acueducto, también llamado de Bozdogan, se termino de construir en el año 36 en tiempos del Emperador Valente, por eso su nombre, sirviendo en aquel entonces, para traer el agua desde el bosque de Belgrado. Con una altura de unos 20 m., hoy en día podemos aun observar 800 m. de su recorrido por la ciudad.

Muy cercana a este, casi escondida, tendremos de nuevo que preguntar a los viandantes para encontrar la Iglesia del Pantocrátor (el Todo Creador) o Monasterio del Cristo Pantocrátor (Pantokrator Manastırı Kilisesi). Se trata de un antiguo complejo monacal compuesto de tres iglesias, de nuevo convertido en mezquita (Molla Zeyrek Camii), mandado edificar durante el primer cuarto del siglo XII por la emperatriz Irene y ejecutado por el arquitecto Nikephoros. Es la segunda iglesia más grande que se ha conservado de toda la ciudad, después de Santa Sofía, los mosaicos que decoran sus suelos y las vidrieras que dejan pasar la luz tras sus ventanas, son los vestigios de la época de más esplendor de este santuario. Está declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO, no pudiéndola visitar al estar en pleno proceso de restauración, una lastima pues tiene pinta de ser arto interesante, pero si pudimos pasear por sus alrededores, percibiendo la mezcolanza bizantina y otomana de este barrio a través de sus gentes, inquilinos de destartaladas casas de madera.

Desde aquí nos dirigimos al centro histórico, pasando por la Mezquita de Solimán, en sus proximidades encontramos el “Vefa Bozacisi”, una especie de tasca con sabor autentico, también fabrica de vinagres y jarabes de granada, en donde degustamos “boza” una bebida espesa, cremosa y blanca, elaborada a base de semillas de mijo fermentadas y espolvoreadas ligeramente con algo de canela. Este brebaje era tomado por los “Jenízaros” del sultán, las tropas especiales de los siglos XVIII y XIX. El establecimiento ha mantenido en secreto su receta desde que abrió su primer local en el siglo XIX, siendo esta bebida primordial en las largas veladas de invierno.

Estos barrios situados al oeste de toda la zona turística nos hacen ver la realidad de esta urbe, su discurrir cotidiano, su verdadera forma de vida y el autentico respirar de la ciudad. En ellos nos llenamos de la esencia de sus gentes, alejados en no mucha distancia del mercantilismo consumista que se crea alrededor de las masas multicolores que formamos los foráneos.

En los barrios de Balat y Fener también podemos degustar esa sensación de cercanía y naturalidad de la ciudad, son junto con los de Zeyrek y Draman que ya os he comentado antes, los suburbios donde se asentaron las poblaciones cristianas y judías después de la conquista de Estambul por los turcos. Aún hoy en día se respira algo de esa magia al pasear por sus callejuelas estrechas y empinadas que lo conforman, son las barriadas que descienden hacia el Cuerno de Oro, ese entrante de mar que perfila la ciudad. Aquí encontramos nuevamente modelos de esa arquitectura cristiana y también restos que lo que fueron las zonas hebreas, algunos ejemplos aun existen de sinagogas que no hace muchos años eran utilizadas por una comunidad sefardí (judíos españoles) importante en la ciudad, que la intolerancia, el integrismo y el despotismo de católicos reyes hispanos desterró hasta estas latitudes, convirtiéndoles en exiliados, en una tierra extraña muy diferente de la de sus raíces históricas; muchos de estos aun conservan las llaves de sus casas de Toledo, Segovia o Córdoba. Tengo todavia fresco en la mente mi primera visita a esta ciudad hace ya 32 años, uno de esos descendientes de españoles, me sirvió de interprete en su castellano primigenio con un taxista turco y también recuerdo de aquel viaje, que la comunidad “sefardita” de Estambul editaba un periódico en castellano antiguo. Las sinagogas que todavía podemos observar en Balat son: la de Ahrida, de gran importancia para la comunidad hebrea de origen hispano y la Sinagoga Kastoriya, la única en Estambul que construida en madera  aun perdura.

Por la orilla de Cuerno de Oro camino de barrio de Fener, podremos recorrer un grupo de iglesias cristianas entre las que destaca la Catedral de San Esteban de los Búlgaros (Bulgar Kilisesi), construida por piezas de hierro fundido en Viena, fue traída en barcazas por el Danubio, montándose en este lugar las piezas en 1871. Su silueta destaca en las orillas de Cuerno de Oro y hoy sigue siendo utilizada por la pequeña comunidad ortodoxa búlgara que reside en Estambul.

A continuación podemos visitar la Iglesia de Santa María de los Mongoles (Kanli Kilise), algo mas escondida y sin tanta prestura como la anterior, tiene su importancia por ser el único templo que se ha mantenido desde su constitución en el siglo XII en poder de la iglesia ortodoxa.

Para finalizar nuestro recorrido por la orilla de este pequeño brazo de mar, visitaremos la Iglesia de San Jorge o Patriarcado Ortodoxo, sede del Patriarcado de Constantinopla, máxima jerarquía religiosa del cristianismo oriental después del cisma de 1054.

En la orilla opuesta nos encontramos otro de los barrios históricos de Estambul, Gálata donde se asentaron los Genoveses en el siglo XII, construyendo su famosa torre (Gálata Kulesi) que les serviría de observatorio y centinela, controlando desde ella todo el trafico marítimo del Bósforo. Podemos ascender a su mirador, desde el que divisaremos uno de los mejores panorama que de Estambul se pueden contemplar.

Muy próxima a ella podremos visitar la Sinagoga de Neve Shalom que fue atacada en 1986 por un grupo terrorista palestino produciendo 22 muertos. Es la mas hermosa e importante de las sinagogas de Estambul, situada cercana al barrio de Hasköy, en el pasado uno de los asentamientos judíos más importantes de la ciudad.

Ya solo nos queda por ver lo que de Bizancio ha quedado en el centro histórico de lo que fue Constantinopla. Un poco apartada, pero no muy lejana a la zona de Sutanahmet, a mitad de camino entre la gran Mezquita Azul y el pesquero barrio de Kumkapi, encontramos la Pequeña Santa Sofía o Iglesia de San Sergio y San Baco (Küçük Ayasofya Camii), que no podemos dejar de visitar. Convertida como otras tantas en mezquita, es una joya indispensable de admirar, aunque poco visitada por los viajeros. Pequeña y recogida, nada comparable a su hermana mayor Santa Sofía, fue construida en el siglo VI por orden de Justiniano y es una buena muestra del estilo arquitectónico Bizantino. Su interior de dos plantas soportadas en columnas bajo una cúpula central, es austero, la blancura de sus paredes le dan una luz especial, el silencio sobrecoge; su cuidador nos invita a que la visitemos con detenimiento, capiteles, arcos, lámparas e inscripciones, llaman nuestra atención, hasta un pozo artesiano hay en su sala central, la simpleza de su hermosura nos produce un enorme sobrecogimiento.

Desandamos nuestros pasos para ir a lo que en tiempos romanos fue el Hipódromo, hoy es un parque en el que quedan como restos de él, la Columna de Constantino, el Obelisco Egipcio y la Columna Serpentina.

Muy próximo a este parque en la calle Klod Farer (Klod Farer Caddesi) un mundo bajo tierra se haya a nuestros pies, la Cisterna Binbirdirek o Cisterna de las 1.001 columnas, fue mandada construida en el siglo IV por Constantino, tiene prácticamente intactas la totalidad de sus 224 columnas, una pena no poderla contemplar en su estado original pues ahora se encuentra desecada, reconvertida en un centro de ocio y cultura.

Para poder admirar mejor este mundo subterráneo cruzaremos la calle del tranvía y justo enfrente de Santa Sofia encontramos la Cisterna de la Basílica (Yebaratán Sarayi), aquí si podemos ver en su estado natural ese paisaje casi espeleo que los Bizantinos crearon en el siglo IV para resistir los asedios otomanos. La magia del agua y la luz envuelve este espacio, las gotas al caer se funden con la musica, estamos en un mundo encantado del que nos costara salir. Cien años les costo a los turcos después de la toma de la ciudad, encontrar este lugar que a diario pisaban por encima. Sesenta de estas cisternas aun quedan en Estambul, algunas de ellas convertidas en centros comerciales o restaurantes de moda, otras abandonadas por el paso del tiempo.

Partimos hacia la zona palaciega de Topkapi, donde en la época Bizantina estaba situada la antigua acrópolis y una ciudadela, podemos todavía ver de este periodo la muralla bizantina que lo rodea. También queda dentro del recinto del Serrallo la Iglesia de Santa Irene (Aya Irini Kilisesi), primer santuario cristiano que se construyo en la ciudad, edificado sobre templos anteriores de otras creencias, siendo la sede del Patriarcado de Constantinopla hasta que se termino de construir Santa Sofía, durante la etapa otomana se usó como depósito y arsenal de los guardias jenízaros.

He querido dejar para el final la visita de la Iglesia de Santa Sofía (Aya Sofya), máximo ejemplo de la arquitectura en Bizancio y uno de los edificios más singulares que de la antigüedad existen en esta tierra que los humanos habitamos.
Antes del actual templo hubo dos edificios que le precedieron. Constantino en el año 360 mando construir la primera iglesia en ese mismo lugar, a la que denominó " Megale Ekklesia", pero fue pasto de las llamas en el 404 al estar básicamente construida en madera. Por mandato de Teodosio, inmediatamente se comenzó a edificar otra ya en piedra que la sustituyera, pero una rebelión la arrasó por completo, emprendiéndose poco después, entre los años 532 y 537 a instancias de Justiniano la construcción de la catedral que hoy podemos contemplar.

No me voy a extender sobre los rasgos constructivos, iconoclásticos o históricos de Santa Sofía (Casa de la Sabiduría Divina); en cantidad de artículos, documentos y guías encontraremos información mas docta de la que yo aquí os pueda trasladar, simplemente hablar de su majestuosidad, de la insignificancia en la que dentro de su recinto parecemos. Todo en ella es grande, las columnas, las cúpulas, los espacios, los medallones que instalaros los turcos después de su conquista por Mehmet II, a la que entro en caballo convirtiéndola inmediatamente en mezquita y celebrando en ella la primera oración del viernes. Estremece hasta el silencio que se respira aun cuando está siempre llena de multicolores curiosos, una tenue luz la ilumina a través de sus ventanas, luz que intenta no molestar, como lo intenta también la que desprenden sus colgadas lámparas que caen desde la impresionante altura de sus bóvedas. Sobrecogen sus espacios abiertos que hacen reflexionar sobre su construcción; una sobreposición de cúpulas, sujetando las inferiores a las superiores generan esta magnitud de dimensiones. Esta formula arquitectónica fue usada por los constructores tucos posteriormente para la edificación de sus mezquitas y grandes edificaciones en todo el imperio otomano, sobre todo el gran arquitecto Sinan del que podemos contemplar los mejores ejemplos siguiendo el articulo de dicado al Estambul Otomano  de este blog.

De los restos que contenía su interior, se sabe que estaba cubierta por hermosos mosaicos, actualmente solo podemos disfrutar de algunos de ellos como el Pantocrátor del nartex de la entrada, los que en el primer piso encontramos de Jesucristo con Constantino IX y la emperatriz Zoé, otro de la Virgen con el emperador Juan II y su esposa Irene y un tercero que personifica la “Deixis” (plegaria perfecta), representando a Jesucristo entre San Juan Bautista y la Virgen, en el centro del ábside podemos contemplar uno magnifico de la Virgen y el Niño.

En síntesis, una obra que solo se pudo mejorar en majestuosidad y grandeza pasado un milenio, superada solo al ser construida la basílica de San Pedro en Roma. Hoy sigue siendo la cuarta iglesia mas grande del mundo, solo rebasada por la mencionada de Roma, la catedral de San Pablo en Londres y el Duomo de Milán. Un compendio de arte, misticismo, religión y grandeza construido hace mil quinientos años.

Aunque todavía hay mas restos de Bizancio por toda la ciudad y el tiempo, aliado de la ciencia, se encargara de encontrar nuevos, aquí os he dejado los más singulares de este mágico periplo histórico de la Europa Oriental que fue Bizancio.