martes, 21 de mayo de 2013

- Ribeira Sacra (Tierras del Miño).............el encanto de las piedras labradas

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Fue en un verano, viajando desde la "gala" Lourdes hacia la Pontevedra "celta", cuando pasadas las tierras bercianas descubrí estos verdes y agrestes paisajes. Ya había oído de los dos escabrosos ríos gallegos y de sus encañonados barrancos, también de sus afamados caldos de áureo y tinto color, pero es la visual cultura que nos domina la que define y dirige nuestros destinos, y al observarlos desde la altura decidí que merecían una serena visita.

No solo paisajes descubrí por aquellas ancianas tierras al hacer realidad aquella somera visión, también su humanidad presente y pasada, representada por sus templadas gentes y los restos de una arquitectura labrada en piedra, como el sobrio románico que arropa sus cauces. Esas milenarias construcciones parcas en filigranas, someras en líneas y austeras en tamaño, pero que mantienen la magia de sus enclaves únicos. Un conjunto comparable con el del norte palentino, no en su vistosidad, pero si por su misticismo y sus emplazamientos en lugares de excepcional elección.

El apelativo de Ribeira Sacra fue utilizado por primera vez durante la Edad Media, en un documento sobre las posesiones del monasterio de Montederramo, expedido en 1124 por la reina Teresa de Portugal, mencionando la “rivoyra sacrata” haciendo referencia en él a la gran abundancia de ermitas y monasterios situados en el curso de los ríos Miño y Sil. Perdidos y sorprendentes rincones usados por anacoretas, ermitaños y santones, en busca del recogimiento y la paz necesaria para ponerse en relación con su dios. Los apriscos y cuevas tan comunes en los roquedos que existen entres sus parajes, servían de refugio a estos solitarios místicos. Durante el medievo muchos de los enclaves en los que estos piadosos hombres habitaron, se trasformaron en parajes venerados, lugares propicios para el cristianismo imperante a la conversión de ellos en ermitas, iglesias o monasterios.


San Fructuoso de Braga y San Martiño Dumiense fueron, a partir del siglo VI, los dos grandes impulsores de la propagación de estos primarios y rudimentarios asentamientos eremíticos que posteriormente dieron origen a los monasterios. Teniendo estas abadías su máximo esplendor durante los siglos X y XIII, desapareciendo los pequeños y medianos cenobios durante los dos siguientes siglos como consecuencia de una crisis económica y espiritual. Durante el siglo XVI, como resultado de la reforma monacal, los pequeños recintos monásticos pasan a depender de los que tienen mayor importancia y ya en el XIX, la desamortización de Mendizábal, provoca la práctica desaparición de los monjes en la mayoría de los monasterios en la Ribeira Sacra.

En este territorio se cuentan más de un centenar de iglesias que conservan en mayor o menor medida su fábrica románica, siendo una de las concentraciones de este arte más importante de Europa. Todos estos templos pertenecieron en su día a monasterios medievales que en gran parte han desaparecido y cuyos orígenes se remontan a la Alta Edad Media. Un románico austero y rural, arte esencial en Galicia y cómplice en la identidad de este paisaje.


Todas estas construcciones que en su día trasmitieron conocimiento, cultura y progreso a toda Galicia, o los restos de ellas que hasta hoy nos han llegado, conforman un valioso patrimonio creado durante 1.500 años; en el que además de sus claustros podemos encontrar castillos, capillas, pazos, centenarios molinos y medievales puentes. Completándose esta herencia cultural con restos más primitivos de la Edad del Bronce y del Hierro, así como otros que confirman la presencia de las Legiones Romanas en estas tierras galaicas que posteriormente se convertirían en el Reino de los Suevos.

Comprenden esta comarca un conjunto de una veintena de municipios del norte Orensano y del sur Lucense, situados sobre un relieve de fértiles altiplanicies y suavizados montes cincelados por la

erosión, siendo su común expresión el accidentado discurrir de los ríos Cabe, Miño y Sil, que transitan camino de su unión a través de barrancos y cañones de gran verticalidad, configurando un paisaje agreste y único, definiendo una tierra de original belleza. 

La Ribeira Sacra es especialmente conocida por sus tesoros naturales, creando un extenso hábitat de gran diversidad y riqueza, formado por una gran masa vegetal compuesta fundamentalmente de castaños, alisos, robles y abedules, amén de toxos, xestas" y piornos, que trasforman su colorido según el paso de las estaciones. Sobre sus cultivos destaca principalmente las vides, esas cepas milenarias que dispuestas sobre infinitos bancales o terrazas, denominados por aquí "socalcos", forman parte fundamental del paisaje de estos atrevidos y empinados valles. El fruto de ellas, ya apreciado en tiempos romanos al transformarlo en vino, al que denominaron "amandi", hoy en día conocido como "mencía" está comercializado bajo la denominación de origen "Ribeira Sacra" que juntos con los blancos de uva "godello" son afamados para acompañar las comidas de finos comensales, si bien a mi no me produjeron una excesiva sensación, apostando más por los albariños o su vecino el Valdeorras.

Recorrerla después de traspasar los áridos parajes de la meseta castellana nos trasladará a tiempos pasados, a brumas, a verdor, a nuevos olores, a encontramos en lugares de fabula, en los que podremos sentirnos durante algunos instantes rodeados por los míticos "xacios", esos seres anfibios de forma humana que dicen habitan las aguas del Miño.

Y a este rio es al que primeramente voy a dedicar mis letras, pero antes, ya que nos queda de paso, solo un retazo de su tributario el Sil. Con anterioridad a desembocar en Monforte, comienzo de

nuestra ruta, y en tierras de Quiroga, muy próximo la población de Montefurado, pudimos comprobar cómo la orografía del otro gran río gallego había sido durante la dominación romana, allá por el siglo II en tiempos del bético Trajano, en parte domada con la ejecución, en un meandro de 2,5 km. de un túnel de 120 m (del que actualmente solo quedan 54), desviando el rio para desecarlo y extraer del cauce original, en cantidad de veinte mil libras al año, el mineral de oro existente en aquel entonces por estas tierras, tan preciado para el sustento del Imperio. Una de las mayores obras de ingeniaría en tiempos romanos de nuestro territorio, pudiendo haberse situado para su protección la Undécima Legión Romana en sus proximidades. Curioso es el hecho de hallarse en las cercanías la población de Sesmil, siendo "seis mil" el número de soldados que formaban una legión. En la aldea de San Miguel de Montefurado, podremos así mismo aprecias restos de otras obras de minería romana, muy similares las de Las Medulas en el vecino Bierzo.

Ya en Monforte de Lemos, capital de la comarca, nos entretenemos en recorrer su casco antiguo y pasear por las orillas de su bucólico rio Cabe, su cuidado jardín y sus puentes, sobre todo el Puente Viejo, de posible origen romano. También es aconsejable la visita del Colegio de Nuestra Señora de la Antigua, al que se le conoce como el Escorial gallego por su similitud al de la sierra madrileña, del que quiero destacar su original escalera suspendida y bajo ella la curiosidad de poder ver cincelados en la roca del suelo algunos planos de su construcción, sin olvidar admirar en un pequeño museo situado en su sacristía de algunos lienzos de El Greco.

Pero sobre todo es aconsejable ascender hasta el Monte de San Vicente, antiguo asentamiento de los

celtas "Lemavos", de ahí el apellido de Lemos, pues su nombre de Monforte le viene de los romanos Mont Fortis (Monte Fuerte). En su cima encontramos el complejo de San Vicente do Pino, con el Monasterio, la torre del homenaje (y sus excepcionales vista), el Pazo Condal y la Fortaleza de los Condes de Lemos (familia dueña y señora de la ciudad desde el siglo XII), estos dos últimos convertidos en Parador Nacional y para nada desaconsejable su alojamiento en él. Por las noches sentarse en su claustro envuelto por la música que nos brinda y la paz que se respira, puede convertirse en un momento atrayente.

Antes debemos de regalar a nuestros estómagos con los caldos gallegos y sobre todos las tapas. Monforte es lugar ideal para desarrollar esta actividad, ya que es una ciudad destinada a ello, sobre todo recomendar para esta lúdica y generosa actividad, el Bar Katanga en la rúa Manuel Hermida Balado, 4, emblemático y pequeño lugar, parada obligatoria para los devotos del culto al albariño y a las empanadillas, aunque también nos sorprenderán otras exquisiteces. La Polar en la rúa del Cardenal Rodrigo de Castro  es otro de los lugares donde nos trataran como nos merecemos, sus callos con garbanzos y las albóndigas son para merecer, y un lugar ideal para tomar el desayuno y donde leer la prensa matutina que nos ofrecen de forma altruista. Una curiosidad mas de esta villa es la de encontrarse en el libro guiness de los records por poseer la casa más estrecha de esta piel de toro que habitamos, su ancho de 1,5 m. es prácticamente la medida de la puerta, tiene 20 metros de profundidad y cuatro pisos de altura. Sin duda Monforte se merece la capitalidad de la comarca y una sosegada visita.

Cañones del Río Miño
La Ribeira Sacra lucense integra las márgenes más desconocidas del río "padre" gallego, formando parte de la Galicia mas mágica e inédita. Una zona privilegiada donde siempre están presentes el agua, la piedra, la vegetación y el silencio, a la que sobran motivos para dejarnos perder en ella, llenándonos de ese hechizo que estas encantadas tierras desprenden. Donde incluso los peregrinos del "camino de las estrellas" en su ruta a Santiago, descubrirán con sorpresa cómo en este recóndito lugar

del Miño, surge el ignorado "Camino de Invierno" senda jacobina entre el Camino Francés y la Ruta de la Plata. Un paisaje rudo con espectaculares miradores, milenarios cenobios, perdidas aldeas, encantados caminos, abruptos valles, espesos bosques, centenarios pazos y cientos de bodegas vigilantes del río desde sus socalcos sujetos en piedra. En verdad sacras riberas bendecidas con vino.

Una ruta por sinuosas carreteras galaicas que nos conducirá de uno a otro lado del curso fluvial, desde los embalse de Belesar a Os Peares, que si bien se puede hacer en círculo, yo la relaciono aquí tal cual la diseñé para terminar en la unión con el Sil y así seguir el recorrido por el otro gran rio gallego, al cual dedicare unos nuevos párrafos. Podremos visitar durante el recorrido gran cantidad de estas sugerentes iglesias románicas, algunas de las cuales de complicada localización, en algunos casos sin acceso para coches, teniendo que acceder a ellas caminado algún tramo. La mayoría de ellas cerradas, teniendo que buscar a la persona adecuada para agradecerle poder visitar su interior. No quiero pormenorizar en detalles de cada una de ellas, pero completar su recorrido es en verdad una recomendación para cualquiera que se acerque a estas hermosas riberas, aunque algunas de ellas sí que merecerán un cometario por mi parte.

Comenzaremos por la población de Escarión y en sus proximidades hayamos la iglesia de Santa María de Seteventos. Construida a finales del siglo XII y principios del XIII, en la que se pueden  contemplar en su interior pinturas góticas del siglo XV. A escasos kms. nos acercaremos a la aldea de Abuime para ver el "dolmen" Anta de Abuime, y donde deberemos preguntar por su ubicación, pues se encuentra detrás de las casas del pueblo, en medio de fincas particulares.

En este caso estamos ante los restos del que fue un dolmen de corredor del tercer milenio antes de Cristo. No se conservan vestigios del túmulo y se encuentra en una zona conocida como Campo das

Mámoas. Del monumento funerario se conservan cinco ortostatos (piedras verticales) de unos dos metros de altura, de los 10 que debió de tener y que conformaban la cámara sepulcral de tres metros de ancho, abierta hacia el sureste como en todos los vestigios de este tipo.

Desde siempre se comentaba por el pueblo que la losa de cubierta se la llevaron hace años a Escairón para hacer un comedero para el ganado. Y la “leyenda” que corría desde tiempo por la parroquia de Vilasante era verdad. Hace más de un siglo, los señores de la casa grande con ciprés, mandaron traer una piedra alargada y robusta para labrarle un abrevadero a los animales. Los encargados de hacer el trabajo no dudaron al elegir el bloque que iban a cincelar. El mejor estaba ahí arriba, en un lugar conocido como Campo das Mámoas. Era una piedra del mejor granito, que no se sabe desde cuándo reposaba tontamente sobre otras cinco o seis más pequeñas, pero también voluminosas, que estaban de pie, hincadas en la tierra. A aquel amontonamiento caprichoso de megalitos le llamaban Dolmen de Abuime.Y no les bastó con rebajar toscamente por una cara la tapa del dolmen, sino que hicieron un trabajo primoroso, una gran pila trazada a tiralíneas, labrada por manos de cantero perfeccionista que concluyó su obra taladrándole un desagüe. De este empeño reciclador de la herencia del pasado que hoy se calificaría como delito se siguen perpetrando hoy sin causar ningún escándalo por estas u otras tierras. La pieza ya no vale, no se puede restituir a su lugar. Así que mientras espera los resultados de un análisis del granito que encargó a la Universidad de Las Palmas para confirmar que se trata de la tapa del dolmen, desde Canarias negocia permisos para trasladar el abrevadero a la plaza de Escairón. Allí dará ejemplo de lo que no se debe de poder volver a producir.

Retomando de nuevo el camino hacia la ruta que nos ha traído desde Monforte, pasamos por la aldea de Marrube, donde encontramos la Iglesia Santa María de Marrube. Como la de Seteventos, data de finales del siglo XII y principios de XIII, representando las dos el puro estilo del románico gallego y en la que encontramos la peculiaridad de conservar un "paseo de ronda" sobre el muro norte que le confiere aspecto de fortaleza. Aproximándonos ya al rio visitamos San Paio de Diomondi, de la segunda mitad del siglo XII, con una hermosa fachada una triple arcada, en la que destaca la sensación de verticalidad que el templo muestra. Es una de las iglesia más importantes de toda la Ribeira Sacra y formaba parte de un antiguo convento benedictino del siglo X. En sus proximidades se encuentra el Pazo das Cortes. Continuando hacia el norte y cruzando de nuevo la carretera comarcal que unen Monforte con Chantada llegamos a San Vitorio de Ribas de Miño, del siglo XII y donde los lugareños veneran la imagen de la Virgen del Rosario.

Por fin llegamos al rio y en el descubrimos Santo Estevo de Ribas de Miño, verdadera joya del

románico gallego de los siglos XI-XII, que nos recibe con una de las mejores fachadas del románico gallego. Ricamente decorada se compone de dos partes, la inferior, flanqueada por sendos arcos de medio punto ciegos, y la superior presidida por un admirable rosetón de un diámetro próximo a los cuatro metros. Estamos en lo que fue también un antiguo monasterio, un paraje único, agreste, en medio del bosque y en mitad de la erguida pendiente que aquí forma el valle fluvial. Esto y la soledad del entorno hace que nuestra visita se trasforme en un verdadero espectáculo y un cumulo de sensaciones, donde las vistas de la ribeira y su bancales completen el magnífico entorno con el que somos regalados. Para completar, anexa al templo se ubica la "Casa de San Estevo" una buena alternativa de alojamiento rural en la que poder pasar la noche dentro de un ambiente grato y natural.

Cruzamos el rio hacia la orilla derecha, por encima de la presa del embalse de Belesar en busca de Santa María de Pesqueiras, la cual no se deja mucho encontrar, pues se sitúa en una zona boscosa y poco transitada de complicado acceso, ya que para llegar hasta ella se debe recorrer una mala pista sin asfaltar y cuyo último tramo es a través de un sendero intransitable para vehículos. Confinada en un bello entorno natural, su aislamiento en la agreste ribera del rio y el estar en un ambiente bucólico, rodeada por un bosque de centenarios castaños, le confiere un encanto especial como pocas de estas tierras.
Parece ser que el nombre de ésta iglesia perteneciente a un antiguo monasterio de monjas benedictinas de principios del siglo XIII, del que aún quedan restos, está en relación con un arte de pesca, bastante extendido en la zona, denominado" pesqueira". Su fachada presenta una puerta circular y en el lateral una ventana de medio punto con columnas. En el interior son de especial interés las pinturas murales del Siglo XVI, en las que se representan diversas escenas bíblicas, habiendo existido en él una pila bautismal prerrománica, desaparecida por los saqueos y expolios sufridos en ella. Su joya era una imagen románica de gran valor artístico, de la Virgen y el Niño de principios del siglo XIII, una de las tallas más antiguas y de mayor valor que se podían observar en la provincia, perdida durante un fatal incendio en la nueva iglesia parroquial a donde había sido trasladada para evitar su sustracción. 

Camino de la población de Chantada capital de esta orilla del rio, pasamos por el Pazo do Piñeiro. del que se desconoce el momento exacto de su construcción, aunque sus primeros datos fechan del siglo XVI y en el que actualmente su uso está destinado a turismo rural y banquetes.

Cruzamos Chantada para dirigirnos a las iglesias de San Salvador de Asma, Santa María en

Camporramiro y San Pedro de Líncora, esta ultima no es de factura románica como las anteriores, pero bien merece una parada, pasear por su pulcro camposanto abrazado a ella y observar el curioso reloj personalizado de su fachada...........que modernidad para 1803. Comenzamos a descender en fuerte bajada, para toparnos nuevamente con el Miño en la aldea de Belesar. Antes de cruzar el Puente encontramos un “peto de ánimas” del siglo XVIII. Se trata una pequeña construcción realizada en piedra a modo de hornacina, con una reja y orificio en el que depositar las limosnas y donde se representan las ánimas entre las llamas del purgatorio. Como era habitual, los petos de ánimas (hucha para las animas), se levantaban en los caminos principales y encrucijadas de relevancia, normalmente situados a la entrada o salida del pueblo. Dan testimonio del miedo y terror que debe tener el caminante, reflejando el peligro que acecha en los cruces ante los malos espíritus que nos inducen al pecado. Estos sencillos elementos arquitectónicos, tenían la función de recordarle al caminante que se acordase de sus difuntos y depositaran una limosna.
Anexo a este peto, se ubica un mojón y panel informativo de la ruta Jacobea por el "Camino de Invierno".

Parece ser que en esta pequeña población, allá a mediados de los años 50 y con motivo de la construcción del embalse por parte del Duque de Fenosa; al anegar sus mejores tierras y el sustento de sus sistema de vida, las mujeres realizaron un conato de rebelión que fue sofocado por las fuerzas de la Guardia Civil de aquel entonces. He intentado poder documentar este hecho, pero no he conseguido mucha más información. Espero volver a estas tierras, entre otras cosas, para conseguir algún comentario de estos lugareños sobre este mito histórico,.............precursor de los 15_m de hoy.

De nuevo en el rio que ahora cruzamos, nos encontramos con el Embarcadero de Belesar, justo debajo de San Paio de Diomondi a 1 km. escaso de distancia, pero 300 metros por encima de nuestras cabezas, hasta ella podemos ascender caminando por la antigua calzada romana que unía Astorga con Braga (Portugal), que se conserva casi intacta por el lugar conocido como los "Los Codos de Belesar". Este es el lugar ideal para descansar y tomar una cervecita con olivas en la terraza de la Abacería O Batuxo, con unas hermosas vistas de sus alrededores, donde también es recomendable comer si es la hora del almuerzo y desde el que tendremos la posibilidad de hacer un recorrido fluvial por el rio aquí embalsado.
 
Descendemos pagados al rio aguas abajo hasta la Playa y Mirador de A Cova desde el que
podremos contemplar "O Cabo do Mundo" ese meandro mágico que se haya ante nosotros. Nos dirigimos a San Martíño de A Cova para contemplar su iglesia del siglo XII y XIII, la cual formaba parte del antiguo monasterio de Canónigos de San Agustín, hoy desaparecido. Conserva unas interesantes pinturas del siglo XII. Muy próxima a ella encontramos la de San Lourenzo de Fión que aunque de pequeño tamaño conserva buena parte románica y también alberga pinturas murales del siglo XVI en el interior. Cabe destacar de estas dos iglesias las inmejorables vistas que desde ellas podemos observar del rio y los bancales de vides que hasta el descienden. Ya en lo alto de la meseta nos dirigimos a Torre Vilariño, Pazo del siglo XVIII con hermosos jardines, donde nos podemos alojar y donde aconsejo probar los chuletones a la brasa que en su lumbre aderezan.
 
Camino de Pantón nos detenemos para admirar la Iglesia románica de San Miguel de Eiré,  una de las construcciones más peculiares del románico gallego del siglo XII. Fue construida como templo de un monasterio ya desaparecido de monjas benedictinas, aunque restos prerrománicos hallados en sus proximidades nos indica la posible presencia de una construcción anterior. Destaca una maciza torre y la puerta de su fachada norte es bastante interesante. En su interior se encuentra una ventana germinada con arcos de herradura, pieza de gran valor asociada al arte visigodo, pinturas murales de los siglos XV y XVI y una gran pila bautismal en la que se acristianaba por inmersión.
 
Ya en Santa María de Ferreira, población de cierta importancia, podremos hacer un recorrido que nos llevara al Castillo de Ferreira, la más importante obra de arquitectura civil del medievo en la comarca. Buscaremos por los alrededores de la población el Pazo de Maside, una de las casas fuertes más importantes de la comarca, ubicado en el lugar conocido como A Chousa de Maside, aunque no
visitable por ser de uso privado y nos llegaremos hasta el Monasterio de las Bernardas, San Salvador de Ferreira,............... un recorrido sugerente que nos llevara alguna que otra hora.
 
Partimos dirección sur en busca de la Iglesia de San Fiz de Cangas. Estamos ante una pequeña iglesia de sencilla belleza, pero con una fuerte simbología. Fue construida entre los siglos XI y XIII, como templo de un convento de monjas benedictinas igualmente desaparecido, pero desde algunos siglos antes, en época visigoda, este emplazamiento ya acogía un monasterio. Durante el siglo XVII se practicaron algunas reformas, como el derribo del ábside lateral izquierdo en el que se añadió la capilla de Torrenovais, para albergar el sepulcro de D. Rodrigo López de Quiroga.
 
En su fachada principal destacan un arco apuntado por encima de un tímpano muy peculiar y único por su ornamentación, al menos en Galicia, decorado con extraños dibujos. Puede que no se trate de un tímpano labrado directamente para la fachada de esta iglesia, sino que proceda de la estela de una tumba prerrománica. Consta de una cruz griega, grafismos que simbolizan el sol y la luna, dos rectángulos concéntricos y una estrella inscrita en un cuadrado. Siguiendo una de las características del románico gallego, se trata de una decoración de tipo geométrico.
Este tímpano de San Fiz es bastante enigmático y guarda relación, por los símbolos empleados, con los caballeros templarios.

No muy lejana, siguiendo al sur podemos disfrutar de la Rectoral de Anllo en la que poder alojarnos,
sitio en verdad muy recomendable, no solo por su ubicación sobre un hermoso valle de bucólicas vistas, y la exquisita decoración que en ella se ha mantenido, el trato con el que nos acogieron sus posaderos fue de lo más cordial y familiar, http://www.rectoraldeanllo.com/,un sito para recordar y volver. No muy lejos de ella podemos acercarnos a ver la cerámica tradicional de la zona que encontramos Gundivós, donde destacan sus formas y sobre todo los tonos negros conseguidos tras su cocción y que en pocos puntos de nuestra geografía podemos encontrar, como son Llamas del Mouro en Asturias o Quintana Redonda de Soria. En Proendos además de disfrutar de las formas que le dan a los barros los alfareros, es de destacar su iglesia y los  petroglifos de sus alrededores.

Nuevamente nos acercamos el rio en busca de unos de los rincones más sugerentes que en su ribera podemos encontrar, al que accederemos por un sendero que nos a cercará hasta la Fervenza de Augacaída y al Castro de Marce. Situada próxima a la aldea de Marce, la fervenza (cascada) es una de las más desconocidas de toda Galia, pero puede competir sin embargo en grandeza y espectacularidad con las más afamadas. Se halla encajada en un profundo valle rocoso que desciende con gran verticalidad, donde se forma la cascada precipitándose por una pared de unos cincuenta metros de altura. Se encuentra oculta en la espesura de un fantástico bosque que forman castaños, carballos y otras especies autóctonas. Para llegar hasta ella hay que recorrer andando aproximadamente 1 km sobre un camino medio empedrado y descender por un abrupto sendero hasta llegar a ella. El espectáculo de la Fervenza de Augacaída no dejará indiferente a nadie, sus limpias aguas caen desperdigándose desde la altura hasta remansarse en una cristalina charca, rodeados por una naturaleza de ensueño.
 
Desandamos la cuesta para tomar ahora dirección al Castro de Marce. Los restos de este primitivo
asentamiento se sitúan un lugar sorprendente, en la cúspide de un gran promontorio rocoso sobre las aguas del Miño, pocos yacimientos prehistóricos del sur lucense nos brindan un panorama semejante al de esta altura. Esta atalaya en la que se edificó el castro, conocida como Regata do Inferno, es un punto estratégico desde el que poder vigilar una amplia zona del río, utilizándose probablemente para vigilar el puerto fluvial de Chouzán, también llamado Porto Monsulio en los documentos medievales, de gran importancia en aquellas fechas para cruzar el cauce. Este antiguo baluarte es ya mencionado en el año 841 por el rey Alfonso II en escritos referentes a la catedral de Lugo. Otro documento  del rey Fernando II datado en 1158, menciona a este lugar como «castillo del Miño». En este paraje fue erigida una ermita dedicada a San Martiño, derruida en 1736. El acceso al castro se realiza por su entrada original, un estrecho sendero horadado en la roca en el que podemos distinguir las viejas murallas de piedra.
 
Se ha trasmitido de forma oral entre las poblaciones gallegas, que desde el origen del mundo, en la cuenca del Miño habitan personajes mitológicos. Hechiceras o meigas, Xarcos que moraban en pozos situados por todo su cauce, los "xacios" que salían del agua en medio de la noche para dormir entre los juncos. El Castro de Marce es un enclave envuelto de leyendas y misterios, y que en este elevado promontorio está habitado por de los míticos "xacios" u hombres acuáticos.
 
Los xacios son individuos mitológicos que pueblan las aguas del Miño, seres anfibios de forma humana, que andan chapoteando por estas aguas. La falta de ella no los trasforma en sujetos marchitos, sobreviven fácilmente en medio terrenal, con la intención de emparejarse con algún ser
humano. A partir de ellos se han creado muchas leyendas e historias que se suelen contar sobre todo en las aldeas bañadas por las aguas del Miño. Cuentan que los Xacios son seres, de gran belleza, que seduciendo a los humanos los arrastran hasta el río, provocándoles la muerte.

Otras leyendas comentan de personas que han contraído matrimonios con Xacios, como la de un mozo de Ortelle, que pescando en el Miño, se encontró al pie del castro de Marce a una bella xacia, quedándose prendado de ella. Pidiéndole la mujer bautizo para poderse casar y así lo hicieron. Los hijos habidos de la unión, tenían un inmenso gusto por el agua y siempre estaban bañándose en el río o en cualquier arroyo que encontraban a su alcance. El padre, harto de esos modales, echo de casa a los hijos, discutiendo también con su mujer, apoderándose  la infelicidad de aquel hogar. La xacia, decepcionada de su vida con el humano, retornó a los pozos del Miño, pero sus semejantes la mataron, despedazando su cuerpo por haberse bautizado. El joven, pesaroso por su actitud, fue en buscar de su mujer, pero ya solo halló sus restos flotando en las aguas del rio bajo el Castro de Marce.
Es palpable, ciertas o no estas leyendas de los Xacios, que el Miño por estas tierras siempre ha creado relatos como los mencionados. Sus aldeanos son gustosos de ellos y el ambiente mágico de los lugares donde se sitúan favorecen la proliferación de estas historias.

De aquí partimos en busca de Santo Estevo de Atán, a la que podríamos llegar por un sendero, pero hemos preferido acercarnos en vehículo. Llegar a ella por la estrecha y sinuosa carretera que desciende precipitándose por la empinada pendiente hacia el río, es como descender al averno, pero merece la pena, siendo una de las que más me gustaron de toda la Ribeira Sacra, también una de las más apartadas, al estar emplazada en un recóndito paraje de la ribera del Miño. Pero no por ello menos interesante, ya que posee un apreciable patrimonio de variadas épocas. El enclave es idóneo, con magnificas vistas del rio embalsado.
 
Las primeras referencias de asentamientos eremitas en estas lugares apuntan a la época sueva, aunque no sería hasta los siglos XII-XIII cuando se construyó esta iglesia. Santo Estevo de Atán perteneció a un antiguo monasterio prerrománico fundado, según la tradición, por el obispo lucense Odoario en el año 747 o 757, y refundado en el mismo siglo VIII  o por el arcediano Damondo o Damundo en 954 (aunque la fuente es dudosa). Dicho cenobio habría sido destruido durante la invasión musulmana y reconstruido en los siglos XII y XIII, pudiéndose haber utilizado en sucesivas reformas elementos de otras construcciones en ella, como las ventanas prerrománicas de celosías e incluso sus pórticos románicos. En diversos puntos de sus muros se pueden distinguir inscripciones y marcas, presumiblemente realizadas por los canteros que trabajaron en su construcción. Sea cual sea su controvertido origen merece la pena llegarse hasta aquí y disfrutar de esta edificación y su entorno. 
Tuvimos suerte y nos la encontramos abierta, era domingo y se preparaban para comenzar el "culto". En su interior podremos observar unas interesantes pinturas murales del siglo XVI ,situadas el ábside y en las paredes laterales con escenas referidas a la muerte y la resurrección eterna en el paraíso.

Proseguimos por la antigua carretera nacional mucho más sugerente y entretenida, pasando la población de Pesqueiras, descendiendo paralelos al rio hasta la presa de Os Peares, que ahora no cruzaremos, continuando el rio hasta su junta con el Sil, el cual recorreremos parte de su tramo final buscando la iglesia de San Vicente de Pombeiro. Encontrándola situada en un hermoso enclave sobre el río Sil, en la parte baja de la población, y la única de este rio que en este articulo relacionaré.
Se trata de uno de los escasos monasterios gallegos vinculados a la orden de Cluny, aunque en el siglo XI pasó a depender del  no muy lejano monasterio de San Estevo de Ribas de Sil, atribuyéndose su fundación a doña Goto, esposa del rey Sancho Ordóñez.
 
Como otras muchas otras iglesias de la zona, este templo de Pombeiro formó parte, allá por el siglo X, de un monasterio del que hoy ya no quedan más que algunos restos. La iglesia fue construida entre los siglos XII y XIII, aunque en etapas posteriores sufrió diversas reformas. La particular entrada principal está dispuesta entre dos contrafuertes, de los que podremos observar en su parte superior, seis arcos decorados con cabezas humanas y formas geométricas, conjunto que recibe el nombre de "guardalluvias". Aquí también tuvimos suerte y una agradable mujer que se hallaba en sus inmediaciones era portadora de la llave con la que poder acceder al templo. En el interior del  templo se conservan retablos renacentistas y barrocos, así como restos de antiguas pinturas murales del siglo XV. En sus aledaños existe una  poderosa, antigua y  semiderruida Casa Rectoral que actualmente sirve para alojar ganado y almacenamiento de aperos para el campo. Una pena más de las que sufre este patrimonio nuestro mal aprovechado, que en cualquier país de nuestros vecinos europeos, sería bien utilizado, en un enclave tan sugestivo como este, para darle un nuevo uso acorte a estos tiempos.

Volvemos sobre nuestros pasos hacia la represa del embalse de Os Peares, que ahora si cruzaremos para recorrer la margen derecha del río Miño aguas arriba, en donde encontraremos las ultimas construcciones románicas de este recorrido.
 
La primera que nos encontramos es San Xoán de Cova. Iglesia monacal de monjas pertenecientes a la orden de San Benito, una de las iglesias románicas más bonitas de toda la Ribeira Sacra y trasladada piedra a piedra hasta su emplazamiento actual a raíz de la construcción del embalse de Os Peares. Está situada en el despoblado de Peñarrostro y esta datada de finales del siglo XII, en el muro norte podemos ver el templo de la madre abadesa. El Paraje donde se encuentra es digno de visitar.
 
A orillas de la margen derecha del río Miño, en un altozano y a unos 6 km. al norte de San Xoán de Cova encontramos la Aldea de Chouzán, pequeño núcleo rural apartado del mundo, donde solo viven 7 almas, todos ya mayores, algunos de los cuales solo se entienden en "galego", siete vecinos en una apacible soledad. Merece la pena pasear por sus calles llenas de autenticidad y llenarnos del paisaje de su entorno. Sus construcciones son un verdadero ejemplo de la arquitectura que estos lugares tuvieron en el pasado, para mí el pueblo más genuino y autentico de todos los vistos en la Ribeira Sacra.
 
Desde Chouzán, tomamos un sendero para hacerlo a pie, por el lugar denominado de Poxa y a 150 metros encontraremos la iglesia de San Estevo de Chouzán, apodada "la hija del río". Románica del siglo X, también fue salvadas de las aguas antes de la construcción del embalse.
Gracias a los auspicios de los reyes Alfonso VII y Doña Berenguela, este monasterio datado en la segunda mitad del siglo XII, con reformas en el XIV y XVIII, fue repoblado con monjas benedictinas a partir del 30 de junio de 1144. La donación de la heredad donde estaba construido el convento, por parte de estos monarcas castellano-leoneses a la abadesa, aseguró las rentas de la comunidad religiosa. 
Destacan en su interior las pinturas murales del siglo XV. Este templo está cerrado al público, siendo los vecinos de la parroquia los que se encargan de abrirlo los domingos a las siete de la tarde. Declarada junto con su hermana y próxima de San Xoán de Cova  monumentos nacionales en el siglo pasado.

A unos tres kilómetros río arriba, a la orilla de la carretera encontramos la Fervenza de Fondós y el Penedo do Garabullo. Esta cascada formada en el río Fondós al caer desde gran altura por la Peña de Garabullo, que hoy en día aparece cercenada por la construcción de la carretera, es un lugar de gran importancia paisajística.

Siete kilómetros río arriba, pasando por la aldea de Herbedeiro, desde donde podemos observar la isla de Sernande, la única que tiene el embalse de Os Peares, llamada por los vecinos de la otra orilla la Isla de Mayorga, encontramos Santa María de Nogueira, elevada un verdadero mirador hacia el Miño. Su iglesia es uno de los monumentos románicos más tardíos del municipio de Chantada, en la que destaca el rosetón de su fachada principal.

Desandamos todo el camino hasta el Embarcadero Os Peares, desde el que podemos coger un catamarán hasta la Isla de A Mayorga. Un paseo placentero por las tranquilas aguas.
Solo nos queda ya descender a Os Peares “entre ríos”, lugar donde el Sil se funde en el Miño. Esta pequeña localidad, de caprichoso y bello aspecto, dominada por el viejo y colorido puente del ferrocarril Orense-Vigo y conocida como la aldea de los tres ríos, pertenece a tres parroquias, dos obispados, cuatro ayuntamientos, dos provincias y está cruzada por tres ríos. De esta zona gallega son originarios el acartonado cantante Miamiano-Español Julio Iglesias y el ínclito Alberto Núñez Feijóo, a la sazón Presidente de la Junta de Galicia, pero más conocido fuera de nuestras fronteras por sus múltiples fotos, variados viajes e incluso holganzas, con el narcotraficante Marcial Dorado, sobre las que nos vacilaba en los medios con frases como .......... "no he hecho nada ilegal", "son simplemente unas fotos",.......... cuando en 2009 declaraba.......... “El Gobierno no se puede fotografiar con malas compañías"......tendrá cara el elemento y.................. aun le tenemos que soportar sin dimitir.

 Si os dejáis caer en ella a la hora del almuerzo, no busquéis otro lugar para comer, acercaros a la tasca de la estación del ferrocarril, donde por un módico precio vuestros estómagos serán saciados, eso sí sin mayores exigencias, el plato del día en una agradable terraza con vistas a las vías del tren, pero no os preocupes por ello, no pasan casi trenes ya por ellas, como ocurre en tantos lugares de nuestro territorio patrio. 
 
Desde esta localidad, parte una vieja ruta llamada "Camino de la Barca" que por la orilla izquierda del río Sil nos conduce entre castaños y viñedos hasta el monasterio de Santo Estevo de Ribas do Sil.
 
Y hasta aquí estas intensas y extensas estas letras mías sobre la Ribeira Sacra lucense, pero no podía ser de otra manera, pues los encantos de sus lugares impiden condensar más. Tendría para ello que obviar enclaves y detalles ........... y estos se sentirían molestos y ofendidos conmigo por haberlos ignorado, nada más lejos de mi mente. Condenar al olvido una tierra que ha estado oculta muchos años y que merece ser descubierta de nuevo, una tierra autentica, de gentes autenticas, vieja en sus piedras pero con una magia especial. Tierra que ya la eligieron los primeros ascetas cristianos para reposar en ella su recogimiento y meditaciones. Una tierra para visitar con tranquilidad llenándonos de esa luz singular que nos regalan cada uno de sus magníficos rincones.