viernes, 27 de febrero de 2015

- Valle de Aran (La Val d´Aran)…………….. el sur de la Occitania

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Situado en la umbría norte del pirineo, alejado y casi inaccesible en muchos inviernos durante su historia, La Val d´Aran, en su original y señero lenguaje "aranes", ha sido una tierra escondida y relegada entre el país de los íberos y el de los galos. Despertó de ese aletargado olvido poco después de mediados del siglo pasado, cuando a un grupo de gentes les dio por diseñar en sus laderas la estación de esquí de Baqueira-Beret, que justo ahora cumple sus 50 años de andadura, y para mí los casi cuarenta de mi primera aparición por esas tierras, ya ha llovido y sobre todo nevado desde entonces. El rio Garona nace en sus laderas, y antes de dejarnos para pasar a suelo francés, el discurrir de los años ha dejado tendidos en sus márgenes más de treinta curiosas y sobrias poblaciones, que con sus típicos caseríos, le dan ese aspecto rustico de las aldeas enclavadas en los altos valles pirenaicos. Las oriundas localidades araneses (nada que ver con lo que nos encontramos en la actualidad) eran pequeñas aldehuelas, poco separadas las unas de las otras, ubicadas principalmente en la cabecera del valle, que con sus típicas casas de pizarra parda "llicorella" de tejados inclinados, presididos por austeras capillas románicas, nos muestran ese contraste con las montañas altivas que las coronan. Los 33 núcleos que lo integran componen conjuntos de vetustas imágenes, en los que junto a la pizarra, la piedra y la madera, sus torres y campanarios, se funden con la enérgica naturaleza de sus verdes paisajes.
 
Algo de su Historia
Hace alrededor de 6.000 años pueblos asentados en la Europa central y en las proximidades de los Alpes, migraron hacia el sur instalándose a lo largo de todo toda la cadena pirenaica. Una de estas tribus, los "arenosis o garunis", posiblemente de origen celta, fueron los primeros habitantes del Valle de Aran, a los que Polibio en el siglo III a. C. hace ya mención de ellos. Restos de esas culturas como el pequeño menhir, la Pèira del Mijaran, o los que se localizan en las alturas de los llanos del Pla de Beret, son buenas muestra de ello.

Su romanización y posterior cristianización, que durará cinco siglos, llega en el siglo I a. C. añadiendo Pompeyo el Alto Valle del Garona al Imperio Romano. El interés Roma por controlar estos valles, no solo era por su situación estratégica en el control de los puertos de montaña, también por su riqueza foresta, ganadera o minera. De esta época podemos encontrar variadas huellas: la calzada que pasando por el puerto de la Bonaigua, unía Tarragona por Saint Bertrand de Comminges (en territorio francés) con Toulouse, lo que en la actualidad serian las carreteras N- 230 y 240 españolas y la N-125 francesa. También existe del tiempo romano un castro en Es Bordes; el altar dedicando a Júpiter en la ya mencionada Pèira del Mijaran que podemos encontrar tomando la dirección a Francia las proximidades de Vielha, población ya conocida en tiempos del imperio, con el nombre de Betula; y los restos de urnas funerarias alojados en los muros de las actuales iglesias, así como las termas de Les, Tredòs y Arties que han llegado hasta nuestros tiempos actuales, así como la introducción del cultivo de la vid. Donde se unen los ríos Garona y Valarties el valle se amplía; es en este lugar donde se instalarían los romanos y donde situaron su campamento principal, lugar en donde con anterioridad existía el castro celta de Wartia, cuyo nombre significa "llanura entre ríos"; ubicación perfecta además por la existencia en sus proximidades de emanaciones termales, a las que tanto agrado tenían estos seguidores de Júpiter.

Con las invasiones germánicas de los barbaros, motivando la caída del Imperio, el aislamiento geográfico causo una fuerte singularidad en los valles pirenaicos, especialmente en el territorio aranés, volvieron a la vida cotidiana de los tiempos prerromanos, relajándose durante este periodo su incipiente adoctrinamiento cristiano, recobrando en parte sus cultos ancestrales, aunado por la inexistente expansión musulmana en estos escondidos e intrincados valles; al contrario de lo ocurrido en el resto del territorio peninsular; situación que generó que su arquitectura románica llegase tardía con respecto a otros lugares.

La primera narración escrita sobre el Valle de Arán surge en el siglo X, en el que aparece vinculado al Condado de Ribagorza. La segunda referencia se encuentra en la "Crónica de Alaón", relatando a la muerte en dicho territorio del rey de Aragón y Pamplona en septiembre de 1104, al asegurar que el rey don Pedro I “ex propria migratione mortuo in Aran”, aunque sin especificar en qué circunstancias, pero seguramente que guerreando.

Más tarde, durante los siglos XII y XIII comenzó a existir un condado soberano que se disputan y alternaban las familias de Comminges y Bigorra, pasando finalmente al reino de Aragón. Siendo preferible para sus habitantes el amparo de un reino fuerte que estar subyugados bajo el poder de los señores feudales de la zona. Alfonso II de Aragón, "Emperador de los Pirineos" anuló las dominios de condes en disputa por la Val d’Aran, dándoles protección real a cambio de un dispendio anual o "Fogaje", que debería satisfacer cada casa habitada.

En 1283 al finalizar el siglo XIII, la Val d’Aran fue invadido por el ejercito del rey de Francia, pasando a ser ocupado a partir de 1298 por las tropas del rey de Mallorca, aliado del monarca francés, aunque manteniendo los antiguos fueros y costumbres aranesas por acuerdo suscrito en el Castillo León "Castèth Lleó".  Baluarte, que hoy ruinoso,  aunque  en pleno proceso de excavación arqueológica, se halla situado en las proximidades de la actual población de Es Bordes, ubicado estratégicamente sobre los valles de los ríos Garona y Joeu, contemplándose desde él unas magníficas vistas; y del que curiosamente, junto a la puerta de la iglesia del pueblo, puede verse una lápida sepulcral del siglo XIV de un caballero del castillo.

Su liberación supuso un costoso esfuerzo diplomático que duró 18 años, hasta que en 1312 se produce un "referéndum popular", hito histórico para el Valle de Arán, en el que los araneses por abrumadora mayoría asienten su integración a la Corona de Aragón. Finalmente, el 26 de abril de 1313 se firma el tratado de devolución del territorio al rey Jaime II, quien les ratifica sus derechos mediante la "Era Querimonia", carta jurídica que jugaría un papel fundamental en la vida aranesa a lo largo de los siguientes 500 años. 

En 1411 fue anexionado al Principado de Cataluña integrado a la Corona de Aragón. Ya en el siglo XVIII, terminada la guerra de sucesión española (1701-1715), en la que Cataluña se decidió por la casa derrotada de los Austrias, el Borbón vencedor Felipe V, no incluye la Val d´Aran en el Decreto Nueva Planta (1716), por el cual se suprimen los fueros catalanes, e incluso dispensa a este territorio del uso del Papel Sellado. Lo que deja constancia de la permanente diferenciación del Valle de Aran con los territorios vecinos catalanes.

A lo largo de los tiempos, Arán ha sufrido hasta diez invasiones e intentos de incursión por parte francesa. La última a cargo de Napoleón, produciéndose esta por el puerto de Viella en 1810, anexionando este territorio al departamento francés (provincia) del Haute Garona. Tras el declive de Bonaparte es reintegrado a territorio hispano en 1815. En 1833, durante la regencia de María Cristina, y en plena Primera Guerra Carlista, se suprimen las instituciones tradicionales aranesas, la mencionada "Era Querimonia", incluyéndosele en el nuevo régimen administrativo general de España, formando parte la recién creada provincia de Lérida. Siendo restituidos sus derechos históricos en 1990, ya en nuestro actual periodo democrático, mediante promulgación de la "Lei dera Val d’Aran" por parte de la Generalitat Catalana, como estatuto propio.

Como última nota histórica, reseñar el intento de invasión del Valle de Aran por parte de guerrilleros republicanos exiliados miembros del maquis francés en la Segunda Guerra Mundial, que habían sido los principales protagonistas de la liberación de los ejércitos alemanes de 36 departamentos del sur de Francia durante esta contienda. En octubre de 1944 unos 4.000 combatientes, llevaron a cabo la denominada " Operación Reconquista de España", organizada por el Partido Comunista de España a través de la Unión Nacional Española, el hecho de armas más importante tras la Guerra Civil. En invierno el Valle de Aran quedaba aislado y sólo se conectaba al resto del territorio península por el puerto de la Bonaigua; esto, unido a su clima invernal extremo, generaría que su toma militar por los defensores de la Republica, estableciendo un puesto fuerte y estable, provocaría un levantamiento popular, intentando consiguiendo que el régimen de Franco se desmoralizara, y que con la ayuda de los países europeos la dictadura diera con su fin.
 
Iniciada la ofensiva guerrillera el día 17 de octubre, el Bajo Arán fue ocupado casi en su totalidad ese mismo día, procediendo los republicanos a izar la bandera tricolor en todos los ayuntamientos que iba liberando. Pero en el Alto Arán la cosa fue mucho más complicada para el maquis, no pudiendo tomar la capital Viella, en la que se encontraba el general Moscardó con divisiones y batallones del ejército, la policía armada, así como la guardia civil, entre los que sumaban más de 30.000 hombres. La escaramuza se alargó hasta el día 30 de octubre de 1944, en que el ejército faccioso llegó a la frontera en Puente del Rey para dar caza a los guerrilleros republicanos, pero éstos pudieron pasar la frontera y escapar. De esta manera, el Valle de Arán, a excepción de Viella, estuvo 11 días, prácticamente, bajo control republicano. Los guerrilleros regresaron a Francia con 300 soldados y 30 guardias civiles hechos prisioneros, siendo puestos en libertad pocos días después.

Esta incursión concluyó rápidamente en fracaso y silencio, muchas de cuyas causas están aún por explicar, sin que deba descartarse la mano de los servicios de espionaje alemanes en la maniobra.  La Operación fue realizada por más de treinta puntos de infiltración en los Pirineos, además del reseñado del Valle de Arán, arrojando un balance de 55 guerrilleros y 45 militares fallecidos. Estudiosos e historiadores de todas las ideologías han intentado menguar aquella gesta con parcialidad y descrédito hacia un colectivo de idealistas, que no fueron ni héroes ni bandidos. Hecho, en el que nuevamente se repitió el abandono y traición de las potencias democráticas europeas a la causa republicana, repitiéndose la argucia de la No-intervención de 193. Franco nervioso e irritado por este suceso bélico, envió posteriormente a las fronteras,  más de 100.000 efectivos militares para protegerlas, y parecido número para apresurar su fortificación a través de construcción de la Línea Gutiérrez o Línea Pirineos. Sobre estos hechos acaecidos en esta España de color gris, Almudena Grandes con su particular visión, trazó la novela "Inés y la alegría".

Reducto Templario
Los Caballeros Templarios también dejaron su poderosa impronta en el Valle instalándose principalmente en su parte alta, donde se encuentran los restos de sus asentamientos. Asi, podemos encontrar al entrar por el norte nada más descender el puerto de La Bonaigua, un confuso enclave sobre el que tradiciones y legajos no se sitúan del todo de acuerdo. Comentan los aldeanos, que Cap d´Aran (Tredos) poseyó un cenobio templario durante el siglo XII, en el lugar donde se apareció la Virgen, y del que hoy solo queda su iglesia como templo parroquial. Pocos kilómetros más abajo, en Gessa, que algunos denominan "dels Templers" y otros "d´Arties", parece ser que hubo en tiempos un castillo templario del que ya ni restos quedan. Aunque otros sitúan el castillo en el vecino pueblo de Arties, del que solo resta la iglesia de Santa María, restos de una torre y la capilla de Sant Pelegrí (curioso santo, guía templario de peregrinos desorientados, así como conjurador de duendes paganos).
Independiente del galimatías de su emplazamiento, es justamente en el lugar conocido durante el medievo como Artis, Arters o D'Artiers, donde la Orden Templaria percibe tierras hacia el año 1130, junto a un santuario prerrománico arruinado. Los monjes-guerreros restauran el lugar para utilizarlo como templo de la fortificación que levantan para defender sus señoríos. También erigirán, en sus proximidades, una ermita en honor del santo templario Pelegrí, a la que todavía se va en romería cada 25 de junio, tras la quema del "abeto de San Juan". La consagración de iglesias dedicadas a San Juan, manifiesta la presencia de los templarios en el Valle de Arán; grandes devotos de este santo alzaron iglesias en memoria y analogía de las templarias Iglesias de San Juan de Jerusalén y San Juan de Acre. Suprimida y aniquilada la Orden del Temple en 1312, por los interesados acuerdos e intrigas del Papa Clemente V y el Rey de Francia Felipe IV, son sustituidos en estos valles por los Hospitalarios de San Juan. De esta época del temple, nos han llegado a través la tradición conservada por sus habitantes, dos curiosas leyendas: una referentes al enigmático Sant Pelegrí (San Peregrino) y otra sobre el diablillo "Cojitranco", que por extensas no voy a relatar, pero que están recogidas en el libro "La Maldición de los Santos Templarios - La estirpe de Lucifer" de Rafael Alarcón Herrera, gran experto y conocedor de la Orden del Temple en nuestro país.

Este beato templario, no puede dejar de recordarnos por sus formas de actuar a frey Guillem Durán, otro santo del temple, custodio de peregrinos y cataros fugitivos. Toda vez que durante la persecución contra los cátaros, los emplazamientos que la Orden del Temple tenía en Arties, así como en el contiguo Gessa dels Templers, serán usados como lugar de amparo para los occitanos perseguidos por sus creencias.

Refugio de Cátaros
El Valle de Arán histórica y geográficamente siempre ha pertenecido a La Occitania, ese amplio territorio situado en el sur de la actual Francia, en la vertiente norte de nuestro pirineo, zona que alcanza desde el Océano Atlántico en la desembocadura del Garona en Burdeos hasta la Liguria italiana, mas de 200.000 k2. que comprenden las actuales regiones galas de: Gascuña, Languedoc (lengua de Oc), Provenza, Lemosin, Auvernia y parte del Delfinado. Siendo sus principales enclaves: Toulouse, Carcassonne, Narbonne, Aviñón, Gaillac, Castres, Caraman, Lavaur, Montréal, Fanfeaux, Foix, Castelnaudari o Albí, de donde cogen el nombre los albigenses o cataros, dejándonos una idea de la importancia que tenía en el medievo para la Francia del norte, ya que en esta zona el reino de Aragón mantenía una gran influencia y muchos intereses; poseyendo la mayor cultura medieval de entonces con sus famosos trovadores, un gran desarrollo de las artes, poesía, escultura o pintura, así como un importante desarrollo comercial y económico; además de su mantener su propia lengua, el occitano o lengua de Oc, del que ya solo quedan muestras en el Val d´Aran (aran = "valle" en occitano. Interesantes condicionantes para la expansión del rey francés Felipe II "Augusto", que guerreando por ellas con el aragonés Pedro II "el Católico", aliado de los occitanos; las conquistó tras derrotar en la batalla de Muret (población cercana a Toulouse y a unos 100 km. al norte de nuestro valle) al católico monarca maño.

Por La Occitania se extendió el catarismo, o cristianismo "autentico", al devenir su apelativo probablemente del griego καθαρός (kazarós) "puro", siendo una doctrina que renegaba de los placeres con los que somos regalados los humanos. Estos seguidores, que entendían el cristianismo de una forma diferente, y que hasta nuestros días se les ha conocido con el sobrenombre de "buenos hombres", pues compartían sus bienes, coexistían con sencillez y humildad, ayudaban al prójimo, amparaban al desprotegido, mantenían al desprovisto proporcionándoles trabajo en sus talleres artesanales, confortaban y atendían a los enfermos. Vivían según los estatutos del "univérsum": la bondad al extremo, la pureza infinita, el amor sacrosanto y la sabiduría superante; de ahí que fuera un colectivo pacífico, encontrando millones de partidarios por todo el mundo civilizado de entonces, compartiendo estos elevados ideales. Más de 50 millones de cátaros se extendieron por toda Europa e incluso en nuestra piel de toro. En todos los lugares donde el catarismo prosperó, se vivía de una manera totalmente diferente a la generalizada por aquella época. Cohabitaban en sociedades avanzadas a su tiempo con una prosperidad espiritual y material que no conocían en las colectividades feudales vecinas. Durante estos siglos, y en una época en el que el cristianismo se hallaba plenamente infundido por la austeridad cisterciense, por toda Europa se habían ido desarrollado nuevas doctrinas religiosas a las que se les designó por parte de la iglesia dominante genéricamente como herejías, en cuanto a que eran formas libres de entender el dogma cristiano. De todas las herejías surgidas a lo largo de esta Plena Edad Media, el catarismo fue la que mayor arraigo popular tuvo, apodándoles indistintamente: maniqueos, albigenses, cátaros o, simplemente, herejes.

Debido a esta creciente y sorprendente nueva forma de entender la vida, el poder religioso y político existente vio tambalear sus cimientos, llevando a cabo la "cruzada albigense" contra ellos por iniciativa del papa Inocencio III con el apoyo de la dinastía francesa de los Capetos, representada por el expansionista Felipe II, declarándoles herejes a la iglesia de Roma, perseguidos hasta el punto de que muchos de ellos fueron quemados en la hoguera, sobre todo en las poblaciones francesas de Minerve y Montsegur.

Algunos de estos cátaros ya se habían asentado  antes de 1167 en la Val d’Aran, pues el catarismo estaba muy difundido en la región pirenaica, tal y como se deduce de las actas del concilio de Saint-Félix de Caraman, que celebrado en esa fecha, mencionan diez y seis iglesias autónomas y cuatro diócesis cátaras; y donde se alude a una "eclesia aranensis" legitimada por los "homine aranensis", que la historiografía catalana suele identificar con un obispado cátaro en el Valle de Arán, apareciendo Raimundum de Casalis como el obispo escogido por los "hombres de Aran" para desempeñar este cargo. Esto supondrá la llegada del catarismo al Valle de Arán y quizás una primera expansión hacia el reino de Aragón, al que pertenecía Cataluña, lo que implicaría la penetración de este movimiento al otro lado del Pirineo en una fecha muy anterior a la que tradicionalmente se estipula. Aunque algunos historiadores franceses han rechazado esta localización porqué la forma aranensis no se encuentra en ningún otro documento de la época, y han propuesto el territorio de Agen como el designado en el manuscrito.

Esto demuestra a qué velocidad se había propagado una orden religiosa que, a comienzos del siglo XII, ya no era una comunidad incipiente, sino un movimiento en plena expansión. Habiendo por aquellos años enclaves cátaros además del Valle de Aran, en l´Alt Urgell y en Andorra, como así mismo en la navarra pirenaica del Valle del Baztán, lugares donde después se refugiaron tras su persecución, sirviendo de refugio a sus fieles durante siglos.

Sobre los "cataros" y su ubicación en el Valle de Aran ha rubricado Luis Melero un interesante relato "Los Pergaminos Cataros", novelando hechos por estas tierras.

Uno de los hechos diferenciales más importantes del valle que nos ocupa es su habla, su actual idioma proviene de la "Lengua de Oc", una variedad del occitano que se hablo de forma extendida por el meridión francés. El aranés, es una lengua viva, utilizada constantemente por sus gentes (dato más que significativo si tenemos en cuenta que su población no ha llegado a tener más de 15.000 habitantes en el período de máximo asentamiento). Su personalidad fonética es aún más evidente si se tiene en cuenta que en este idioma estuvieron redactados, hasta bien entrado el siglo XVIII, los documentos oficiales y particulares así como las Actas del Consejo General, aun siendo sus actos públicos y la predicación religiosa desde hace siglos en catalán.

Un recorrido por el Alto Arán
La gran cantidad de elementos y lugares de interés que contiene todo el Valle, me hace centrarme solo en su parte alta, el "Naut Aran".

El Garona es su rio por excelencia y el que ha labrado el gran valle donde se asienta Arán. Sobre su nacedero hay varias versiones, la última lo sitia a los pies del Aneto, filtrándose sus aguas en la sima del Forau de Aigualluts (el agujero por el que cae el agua), para aparecer de nuevo por los Uelhs deth Joeu (ojos de Dios) en la Artiga de Lin ya en Aran, a casi 4 km. de distancia en línea recta. Curioso efecto geológico que trunca la ruta natural del agua, que debiendo ir al mar mediterráneo por el rio Cinca y Ebro, lo hace al Atlántico por el Garona. Un curioso fenómeno kárstico descubierto en 1931 por el geólogo francés Norbert Casteret, al verter un colorante que desveló el enigma. La hipótesis más acertada es ubicar como autentica fuente al circo de Saboredo y los lagos de Ratera, donde nace con el nombre de Ruda a 2.580 de altitud, para llegar tras 12 km. de recorrido al Pont deth Ressèc, donde se une con el Aiguamog. Aunque la más tradicional y mayoritariamente aceptada, por su bucólico situado, es el de su nacimiento en la sima del Uelh deth Garona (ojo del Garona), situada en el Pla de Beret.

Beret y Montgarri
Sitio mágico donde los haya este prado de altura de Beret, antiguo escenario de aquelarres de brujas y hechiceros, y donde se hallan los vestigios más antiguos de todo el Valle de Aran. Amplio puerto que delimita las aguas del Pallars y Aran, vertiendo hacia el sur las aguas ya comentadas del Garona y al norte del divertido Noguera Pallaresa, que en él tienes su fuente (Font de la Noguereta).

Descendiendo este último, por sendero o pista paralelo a su cauce, a los pocos kilómetros encontramos entre bucólico paisaje el Santuario de Santa María Montgarri, que a una altura de 1.645 m. domina el viejo pueblo del mismo nombre, que abandonado en 1958 por sus vecinos debido a la dureza de sus condiciones, destaca sobre el valle. Fue levantado entre 1117 - 1119 junto al río, siendo la actual construcción del siglo XVI en estilo renacentista, aunque en el dintel de la puerta del campanario la fecha que hay inscrita es la de 1695, y otra de difícil lectura que parece llevar la de 1671, conservando en su interior el portal de la ermita románica que la precedió. Sobre la piedra de ese portal hay una inscripción en la que se puede leer "Jesucristo llevó con él nuestras enfermedades", dando a entender la devoción que había entre las gentes de la época, el invocar a la Virgen en tiempos de enfermedad.

Cuenta la leyenda que en los prados donde se levantó el santuario solía pacer un toro con su manada de vacas, teniendo la costumbre de arrodillarse siempre en un punto concreto del terreno. Un curioso pastor, al ver el repetitivo hecho todos los días, dio cuenta del mismo a los cónsules de Salardú, quienes ordenaron una investigación, encontrándose enterrada en el lugar la imagen de la actual virgen (peculiar y anecdótico hecho que en circunstancias similares, se ha repetido innumerables veces por nuestra geografía patria durante estas pasadas y grises épocas de reconquista a los infieles sarracenos, llenándonos el territorio de ermitas milagreras). El día de la romería, 2 de julio y 15 de agosto, los fieles llevan en procesión a la virgen desde el interior de la iglesia hasta ese lugar, a unos 40 metros del santuario. Siendo uno de los centros de devoción mariana más importantes de las tierras aranesas y de sus proximidades, tanto catalanas como del lado galo.

La importancia de Mongarri se sitúa en ser un enclave geográfico en una encrucijada de caminos, que hicieron durante muchos años de su valle un estratégico punto de encuentro de los vecinos de los valle d'Isil y d'Àneu, y paso natural de los Pirineos entre las elevadas cumbres del Tuc de Barloguera y Dossau. Sirviendo antiguamente como paso habitual entre el Pallars y el Val d'Aran, siendo normal que en lugares limítrofes con este y al ser un emplazamiento protegido de los crudos fríos invernales existiera un hospedaje para pasar la noche, convirtiéndose el santuario en lugar de refugio. Hoy se considera a la virgen de Mongarri como patrona del Alto Arán y los valles de Aneu y Ariége.
 
Hasta mediados del siglo pasado, en él habían llegado a vivir dos sacerdotes, dependiendo en la actualidad de la parroquia de Gessa. El edificio consta de varios cuerpos formando una planta cuadrada, del que destaca su alto campanario octagonal. En su interior un frontal de altar del siglo XVI con la imagen bordada de la Virgen, el buey de la leyenda y el nombre de Jesús y María se ha conservado hasta ahora. Contando antaño entre sus dependencias con albergue-hospital, iglesia, administración, corral con pajares y rectoría. En lo que fue esta última se halla en la actualidad un refugio gestionado por la Sociedad Amics de Montgarri.
 
A la altura del Pla de Beret y dominando todo el espacio que le separa del puerto de la Bonaigua, se extiende Baqueira-Beret, la mayor estación de esquí de toda España, desde la que podemos contemplar la inmensidad de la cubeta glaciar que durante el cuaternario formó este entrañable todo el valle. Miles de hectáreas de tupidos montes fueron asoladas para dar cabida a este macro complejo deportivo invernal. En continuos escalones se han construido apartamentos, hoteles, tiendas, bares e incluso discotecas del último grito, y donde antaño había algunos de los mejores bosques atlánticos del Pirineo, ahora mantiene una de sus guaridas el "Bárcenas" tesorero, sirviendo así mismo de lúdico relax a la dinastía regia Borbón-Grecia.

Siguiendo el curso descendente del Garona hacia poniente, aparecen en nuestro camino una serie de pueblos caracterizados todos por el mismo moldo arquitectónico: casas de piedra, gruesos muros, tejados de pizarra, ventanas de madera y doble puerta; todo acorde para protegerse del frio.

Tredós
En Tredós, el primer pueblo del valle o el último según sea nuestro recorrido, nos recibe con la
sorpresa de sus tres iglesias románicas, la Capella de la Verge del Roser, la iglesia de Sant Esteve,
iniciada en el S. XI, y la más importante de todas, la dedicada a la milagrera Mare de Déu de Cap d´Aram, de entre los siglos XI-XIII y que muestra, bajo su  curiosa cubierta de madera a dos aguas, dos características diferenciadas sobre el resto de las que se conservan en el valle. Como son: la situación del campanario separado del resto del templo, y la existencia de una cripta en la parte inferior del altar. Esta iglesia contaba con unas pinturas románicas de los siglos Xi y XII, atribuibles a la escuela del Maestro de Pedret, que fueron arrancadas y usurpadas en los años 30 del siglo pasado, y como tantas otras obras de nuestro patrimonio, llevadas al otro lado de Atlántico, en este caso al museo The Cloisters de Nueva York. Las que podemos contemplar en la actualidad son meras reproducciones.
 
Salardú
El siguiente pueblo que nos encontramos descendiendo el rio es Salardú, capital Alto Aran, villa enormemente atrayente, que ceñida por los ríos Unhola y Garona posee, a través de sus erguidas calles, con auténticos rincones por descubrir, como su plaza mayor con una agraciada fuente del ochocientos, y donde poder siempre tomar algo en la taberna-restaurante "Eth Bot", edificio tradicional que han sabido conservar, como en algunas de las casas en las que todavía podemos admirar ventanales del siglo XVII. Su estratégica situación en el valle, hizo que fuera villa fortificada durante la Edad Media, de la que aun se mantiene en pie una pequeña parte de lo que fue su baluarte de altas torres conformando lo que fue férrea muralla, además del Portal de Pallars del siglo XIII.
Pero aun así, la población queda atenuada ante la potente torre-campanario octogonal del siglo XV, de carácter fuertemente defensivo y  uno de los más sobresalientes de todo el valle, que situado en la parte alta de la urbe preside a la iglesia románico-gótica de San Andrés, de los siglos XII y XIII. Con portada notable del románico catalán, en su interior podremos admirar las recién restauradas pinturas góticas, catalogadas como de las mejores colecciones de arte medieval del norte catalán, aunque destaca sobre de ellas el crucifijo del Sant Crist de Salardú, una impresionante talla románica del siglo XI en madera, conocido internacionalmente por su exquisita policromía, estando considerado una de las más valiosas joyas del románico de la zona.

Recuerdos de casi hace cuarenta años me trae esta población, cuando en busca de la nieve y patinar sobre ella, en tropelía nos alojábamos en el Hotel Lacreu, donde su regenta Marina nos atendía con enorme afecto, otra cosa fue, cuando su cachorro Xavi "el licenciado" se hizo cargo del establecimiento…………. una verdadera pena.
Desde Salardú, parte una pista forestal que nos acerca a uno de los parajes más extraordinarios de este pirineo Aranes, las lagunas de Colomers, donde se hallan mas de 40 lagos de diferentes dimensiones y alturas, que se  pueden recorrer a través de distintos. Al otro lado ya se encuentra el Parque Nacional de Parque Nacional de Aigüestortes, al que se puede acceder tras una buena caminata a través del Port de Ratera, interesante excursión con estas montañas como protagonistas.
 
Al retornar de las gélidas aguas de los lagos, podemos pasar por las calientes y sulfurosas de los Baños de Tredós, que a unos 33º emergen de la profundidad de la tierra a mas de 300 m. En el pequeño y coqueto hotel (apenas de 10 habitaciones y al que tengo ganas de darle un tiento) que las explota http://www.banhsdetredos.com, podremos informarnos como pasar unos días de invierno, aislados del mundo real, en medio de un entorno completamente blanco e impoluto.
 
Bagergue
A poco más de dos kilómetros más arriba de Salardú, nos acercamos a Bagergue, que ubicado en la Ribera de Unhóla es el pueblo habitado más alto de todo Arán, siendo más  húmedo y frío que el resto de las poblaciones aranesas, soportando las nevadas mas copiosas. Goza de buena panorámica sobre la ribera del Garona y las nevadas crestas de la Maladeta, contemplando sus verdes prados y las altivas paredes rocosas que lo rodean. Dedicada a Sant Feliu, su iglesia está definida por oriundas líneas románicas del siglo XIII, sufriendo varias reformas y ampliaciones en 1524 que desdibujaron su estilo original, del que podemos observar restos empotrados esparcidos por los nuevos muros, así como la base cuadrada de su campanario de torre octogonal, trasformada en el siglo XVIII. Traspasando su original portada románica, en su interior encontramos un Cristo del periodo gótico de transición, en el que su faz trasmite mucho padecimiento, con la cabeza coronada de espinas y el cuerpo flagelado. También encontramos una estela funeraria prerrománica de gran importancia.

Por sus empedradas calles podemos ir paseando a visitar el museo "Eth Corrau", instalado en una histórica casona particular, en el que se recoge una muestra con más de 2.500 objetos, de la vida cotidiana aranesa, reseñando una cultura, unas tradiciones y mundo artesano ancestral, prácticamente olvidado ya en estas tierras. También podremos acércanos a una quesería, la única existente en todo el Valle, donde nos enseñaran cómo se elabora el queso.

Ascendiendo por la ribera del Unhóla a menos de un Km. tropezaremos con la pequeña ermita de Santa Margarida. En la parte alta del rio y siguiendo una pista sin asfaltar llegaremos hasta el Plan deth Tor, Estany de Liat y las Minas de Liat, o hasta los lagos de Montoliu y Mauberme, que bien merecen la pena visitar en un buen días de sol.

Para visitar Unha y Gessa, lo mejor es recorrer desde Bagergue el camino que antaño los unía y serbia para comunicar a sus pobladores. Poco es su recorrido y bucólico su trazado, apenas 35 minutos (algo menos de 2 km.) al primero y otro tanto para llegarnos a Gessa.

Unha
Unha nos recibe con la estampa de su templo románico en lo alto de su pequeño caserío puede que sea la estampa mas bucólica de todo el valle, especialmente en invierno, con el contraste de los grises de sus casas y el blanco de la nieve. El campanario de su iglesia puede que sea de los más originales de toda la zona y desde el mirador que hay en su atrio de entrada, admiraremos unas de las vistas más sugerentes de todo el valle, con la grandiosidad de las crestas y glaciares de las Maladetas y el Aneto como fondo de la imagen. 




A escasos 2 km. de Salardú (capital del Naut Arán), esta pequeña población de apenas 60 habitantes se halla ubicada en un montículo al pie del escarpado Pui d’Unha, en el que no hace mucho tiempo has acondicionado una vía ferrata para ascender a él, que remontando un desnivel de 650 m. de los que 450 están equipados para la ascensión, algunos de ellos con puentes tibetanos, nos lleva hasta casi su cima. Este itinerario de escalada para cualquier gustoso de la verticalidad, es ideal para los que no están muy iniciados en ello, incluso para niños, ya que cuenta con varios tramos de los que es posible escapar.
 
A su entrada encontramos uno de los edificios más interesantes y singulares del Valle, "Çò de Brastet" o Castell de Unya, antigua casa señorial fortificada de 1580, con sus viejos baluartes defensivos combinados con ventanales y puertas renacentistas. La casona es de planta rectangular con unas dimensiones de 9,75 metros de anchura por 13,50 de longitud, distribuida en planta baja, piso, bodega y buhardilla.

Al otro extremo del pueblo, encima de un promontorio rocoso, está la pequeña y curiosa iglesia parroquial dedicada a Santa Eulalia, edificio románico del siglo XII de planta irregular y dividida en tres naves desiguales de pilares circulares que sostienen arcos de medio punto, culminadas por tres ábsides decorados al gusto lombardo. Su torre-campanario de forma octogonal con base cuadrada, fechado en 1.775 y su peculiar cubierta en forma de bulbo le dan un cierto aire oriental similar al de las ortodoxas. Ya en el interior, si es que podemos acceder hasta él, podemos observar las pinturas más antiguas de toda la comarca y las únicas románicas (siglo XII) de las que quedan sus originales. Localizadas en el ábside central, representan parcialmente lo que habría sido la figura de un Pantocrátor (del que se conserva su rostro). No hace mucho se han descubierto y restaurado otras pinturas pertenecientes de estilo gótico y renacentista de los siglos XV y XVI. Su huella románica se completa con dos pilas bautismales, una de ellas por inmersión, siendo posiblemente un antiguo sepulcro.

Recorrer esta aldea un tranquilo e invernal día, en medio de una placida nevada, con sus callejas vacías, y reconfortado con un sápido y ardiente carallijo, puede convertirse en la sensación idílica de este invierno que nos ronda.

Gessa
Continuamos sendero hasta la empinada Gessa, que al pie del Tuc d’Arenhó y cruzada por el
barranco de Corilha, es una de las poblaciones más pintorescas y autenticas de las que por aquí podemos encontrar. En su Plaza Mayor encontramos la iglesia dedicada a Sant Pere, que aunque de construcción más moderna (siglo XVIII), es un edificio realizado sobre la base de una capilla románica del siglo XII, donde en su interior todavía se encuentras algunos elementos de su original estilo: un pie del altar, una pila bautismal y un dado de piedra; contando con una imagen policromada de San Pedro, en el altar mayor de lo mejor que se encuentra en el Valle. Su maciza, cuadrada y aislada torre-campanario, ancha y poco alta, se escapa hacia el cielo un bello tejado hexagonal, y según la tradición fue construida con los materiales de una antigua fortificación situada al norte de la aldea.
En la misma plaza, frente a la iglesia, y por debajo de su intrincado y erguido caserío, se halla la casa de Andreu Pont o "Có de Rosa" que con su torre cilíndrica del siglo XVI da su punto original a la villa. En ella podemos buscar el escudo con la reseña "15 IHS 89 ANDREU PONT", indicándonos el año de su construcción. Pudiendo encontrar así mismo la casa "Co de Chelina de 1575, y la "Có de Frances Pont del 1618. 

El término de Gessa sale datado en documentos medievales con las grafías de Hyexa, Xessa, yeseros y también Gricha. En el siglo XIII estaba amurallada, poseyendo una imponente torre militar. El antiguo castillo que en ella hubo, gozó de su máximo esplendor en la edad media durante el reinado de Jaume II de Mallorca, época en que los araneses recuperaron sus fueros. La lógica indica que los materiales aprovechados del derribo de esa fortificación, sirvieron para la construcción del potente campanario-torre de la actual iglesia. 


La población actual data del siglo XIV, ya que la primitiva, cuyo origen se pierde en la memoria, estaba al margen izquierdo del Garona, pero un alud del vecino barranco de Corilha lo sepultó y los vecinos decidieron reconstruirlo en la otra orilla para mayor seguridad. Ubicada a más altura, fue destruida por la avalancha de nieve en 1444. Algunos de los restos que quedaron de la antigua iglesia románica, son los que podemos observar en la actual. El 11 de febrero de año 1600 un nuevo desprendimiento de nieve por la torrentera del Corilha, produce un número indeterminado de muertes entre la población, destruyendo la ermita de San Martin que se encontraba ubicada en la otra orilla del barranco. Esa misma temporada la pequeña aldea de Unha, también fue destruida por un alud, pereciendo en él 15 de sus pobladores. Sobre la ermita de San Martin, Pascual Madoz en su Diccionario geográfico y estadístico, de mediados del siglo XIX, nos comenta que era su primitiva iglesia y que ya en 1836 se encontraba destruida. Descubriéndose en 1882en una de sus paredes, la parte inferior de un mojón galo-romano con la inscripción "Lpom Paulinianvs V.S.L.M.", referente a un voto de reconocimiento por una merced recibida, lo que acredita la antigüedad de esta plaza durante esta época.


Gessa, cuyos máximos atractivos son la tranquilidad y el silencio, su peculiar arquitectura, y los paisajes de montaña en los que se encuentra enclavado; fue la población donde se aposentó Mosén Jacinto Verdaguer en sus viajes de 1882 y el 1883, que inspiraron al cura y poeta los verso de su obra "Canigó". Siendo de las pocas poblaciones del valle en la que no encontraremos un "bar" (la única del todo al alto Aran), aun que cuenta con dos restaurantes, uno de postín "Casa Rufus".


Aproximadamente a una hora u hora y media, caminando unos 3 km. rio arriba por la rivera del Corilha, colgada en el acantilado, casi suspendida en el aire y a 1.880 m. de ’altitud, hallaremos la ermita de Sant Martin de Corilha, con su pequeña gruta que ocupa el altar, construida según la tradición a partir de la aparición milagrosa de San Martin de Tours a un pastorcillo, al que aseguraba protección a la población contra las tormentas si se construía una capilla. En el lugar, cada segundo sábado del mes de junio se celebra una de las romerías más pintorescas de todo el Valle de Aran. 


Según una leyenda recogida en un texto de finales del siglo XVII: "Un pastor vio algo que no acababa de reconocer y a medida que se acercaba pudo oír una voz que le decía: yo soy San Martín y quiero que vayas al pueblo y que digas a tus vecinos que suban hasta aquí y que me hagan una capilla. El pastor bajo corriendo, se supone que asustado, y contó en el pueblo lo que le había ocurrido pero nadie le creyó. El pastor decidió volver a subir a la montaña para explicar al Santo la respuesta del pueblo. El Santo estaba allí en el mismo sitio y al escuchar lo que el pastor le decía se enfureció y puso su mano en una piedra donde aún hoy día se pueden apreciar las marcas de los cinco dedos. El Santo también marcó con sus dedos la cara del pastor. Hay quien dice que lo hizo por estar enfadado con él, como si éste tuviera alguna culpa, aunque los hay que dicen que fue para que la gente del pueblo supiera que era verdad lo que les contaba el pastor. Por una cosa u otra o quizás porque el pastor insistió mucho, el caso es que cuando bajó al pueblo, esta vez sí le hicieron caso y le creyeron. Por eso los vecinos decidieron construirle al Santo una capilla en el barranco de Corilha".
 

Esta es la leyenda, la lógica me lleva a pensar que el motivo de su construcción fuera, el dedicarle esta ermita al por entonces patrono de la aldea, intentando que a través de sus rogativas no se produjeran, desde la cabecera del barranco donde está instalada, mas avalanchas y aludes, cosa que hasta hoy en día no se han vuelto a originar, por lo menos con la intensidad de antaño. 

El oratorio fue construido en las proximidades de una antigua surgéncia de agua ahora seca; lugar en el que durante el siglo XIX se encontraron pequeños altares votivos, posiblemente de época precristiana.  La supuesta huella del santo sobre la roca parece ser que existe pero es difícil de encontrar, habiendo incluso quienes comentan, que de esa piedra mana sangre en momentos especiales. La ermita figura en muchos planos como Cabaña de Corilha y hasta hace poco estaba en estado ruinoso.  En 2014 se ha procedido a la rehabilitación de esta capilla, dotándola de una cubierta metálica, puerta. 

En la rotonda de entrada al pueblo por la carretera, y en el comienzo del Camino Real "camín reiau" que va a Unha, también encontraremos un enrejado oratorio dedicado a la Madre de Dios de Montserrat, a la que los gessanos le han dedicado de siempre unos gozosos "goigs" en loor a su persona.

Garós
Desde Gessa, atravesando el indómito barranco de Corilha y continuando caminando por lo alto de la orilla del Garona y de la carretera, nos dirigimos a Garos, en el límite del Alto Aran y el Mig Aran. El pueblo se alza un poco sobre el Valle, a la derecha del Garona, entre los barrancos de Cal y Salider. Pasamos por el lateral de Arties (población que visitaremos después); sin cruzar la carretera podemos visitar la iglesia de Sant Joan, que aunque de origen románico (siglo XIII), fue reformada y ampliada en gótico durante 1.385, perteneciendo a la Orden de los Hospitalarios. Su interior, en el que se conserva una talla de la Virgen del Remei del siglo XII, se dedica en la actualidad para exposiciones temporales de Musèu dera Val d´Aran. Cerca de ella y próximas a la carretera se hallaban las ruinas de la iglesia románica del siglo XII de Era Virgen Dice deth Peirón. 

Desde ella continuaremos el camino que nos llevará a Garòs, no sin antes de llegar hasta su caserío, tomar una desviación a la derecha, justo antes de atravesar el barranco de Salider (en la parte alta, después de una ligera subida), y tras recorrer unos 250 m. llegar a la ermita románica de Sant Jaume, con ábside semicircular y puerta modificada situada hacia el sur, donde su visita puede ser un aliciente más del paseo. En este ubicado se asentaba en tiempos la población de Laspan, hasta que a finales del siglo XIV, una importante avalancha desprendida del pico Lobatera, arrasó la mayor parte de la villa, teniendo que emigrar sus habitantes a las vecinas localidades de Arties o Garos. Para remediar tal desastre, el rey Pedro IV "el Ceremonioso" autorizó en 1379, que los vecinos se instalaran en el lugar donde hoy se localiza Arties, en los alrededores del castillo y la capilla de los templarios. 

Ya en Garos, desde la plaza y dirigiéndonos hacia la iglesia, iremos descubriendo por sus calles múltiples y atractivos elementos, así numerosas fachadas con portales o ventanas góticas y renacentistas. Ya en la iglesia románica de San Julián, reformada en el siglo XV, contemplamos su imponente torre-campanario del  XVII. Su robustez y  emplazamiento, así como la interesante puerta claveteada que posee la iglesia evidencian la función defensiva que en otro tiempo asumieron. 

Dicen que durante siglos la torre de la iglesia guardó celosamente los restos, que según la tradición oral eran del gigante Mandrónius. En 1844, debajo de la capilla oriental que se estaba construyendo, fue descubierta en la iglesia de Garos una sepultura tapada con grandes losas. En la tumba se encontró un esqueleto que media cerca de tres metros con un grueso clavo que le atravesaba el cráneo. Se supone que pudo pertenecer al gigante Mandronius, natural de Betlán, que fue caudillo de los araneses en su lucha contra los romanos. Con el tiempo, el cráneo se convirtió en una verdadera reliquia y se creía que tenía el poder de curar y fortalecer a los niños. Nuevo mito o leyenda de estos valles, siendo la presencia de personas de elevada estatura en estos valles una realidad y no solamente un patrimonio del pasado. 

Siguiendo por el camino que parte desde la misma iglesia llegaremos a la necrópolis paleocristiana  "Haro de Garòs", datada a finales del siglo IV y principios del V, única en todo el territorio español por la época a la que pertenece.  

Arties
Descendiendo de garos hacia la carretera y cruzando el Garona por un puente de piedra, caminaremos a nuestra izquierda por el frondoso "Camin Reiau", ahora convertido en pista forestal, rodeados con bosques de chopos, fresnos y arces, en un ambiente perfumado por el aroma de las abundantes madreselvas. Dejamos a nuestra derecha un antiguo horno de cal, y a unos 700 m. antes de llegar a la población, nos topamos con las ruinas de los Baños de Arties, a los que se les supone un origen romano, ya que en sus proximidades los romanos instalaron el castro celta de Wartia, lo que hoy es la actual población de Arties. Edificados en 1817, estuvieron funcionando hasta 1960, hoy completamente abandonados, aunque parece ser que los quieren restaurar, se abastecen de manantiales de aguas termales sulfuradas sódicas, con un caudal de 248 m3/día y una temperatura que oscila entre 40,3° y 29,5° C. 

Quizá por su armonía y por algunos de sus edificios de mayor entidad, es merecedor de ser visitado el caserío de Artiés, al parecer topónimo de origen vascuence que significa "llano entre dos aguas". Núcleo principal del Alto-Aran, tanto por su conjunto monumental como por su infraestructura turística, que situado en la confluencia de los ríos Garona y Valarties, nos genera una imagen bucólica en sus calles y casonas. Se asienta sobre un hermoso valle dominado por el majestuoso Tuc de Montardo de 2.833 m. que si no el más alto, sí el más distintivo de la Val d'Aran. En donde antes de la llegada del turismo, se explotaron yacimientos de plomo y canteras de mármol. 

Su casco urbano gira en torno a la Plaza Mayor o Plaça Urtau, donde, en la Tauérna Urtau, entre gran cantidad de tapas y buena atención, preparan unos carajillos de nivel. En la parte más alta del pueblo, sobre una terraza natural, se alzan los restos templarios de la torre del castillo de Arties, así como la iglesia románica de Nostra Senyora d'Arties (siglos XII-XIII), que pese a su deficientemente estado de conservación, es una de las más sobresalientes de todo el valle. Dos de los ejemplos que nos muestran la valía histórica de la población. 

Se sabe de la existencia de dos castillos en Arties. Uno conocido como Entransaigües (entre los ríos), del que en la actualidad no se conoce su donde se ubicó, pero que con toda seguridad por su nombre, estaría situado en las proximidades del actual Parador Nacional, al abrigo del Garona y del Valarties, siendo destruido por los franceses durante la invasión de 1283. El otro, el de Perales, instalado en la parte alta de la urbe, fue erigido en 1379, gracias a una dispensa del rey aragonés Pedro IV "el Ceremonioso) a la orden de San Juan, sucesora de los templarios. Constituía su contorno un recinto con murallas de defensa, en el que "dos de las murallas tenían 260 palmos de largo y una tercera 150 palmos por más de 60 palmos de altura", uniendo las cuatro torres situadas en los ángulos. Siendo la que situada a poniente y con su puerta, el único resto que en la actualidad podemos contemplar. En el interior del Castell d'Arties se situaba el patio de armas y la iglesia. 

Dominando la población la iglesia de Nostra Senyora d'Arties, es un rompecabezas arquitectónico. Los templarios se debieron encontrar aquí una pequeña ermita del siglo XI, que por su estado o su minúsculo tamaño rehicieron en el XII, ampliándola en el XIII. Cuando en el siglo XIV la Orden del Temple fue disuelta, sus posesiones pasaron a los Sanjuanistas, hicieron nuevas reformas, trasformando la capilla en iglesia parroquial. No parando en los siguientes siglos los añadidos y reformas, convirtiendo este templo románico, que lo es, en un pastiche de elementos constructivos, un galimatías de piedras sacras. De su original y románica portada sur, quedan restos reutilizados en la chocante ventana de traza gótica que se sitúa a su lado, construida a base de sobrantes claramente románicos. 

La puerta norte, la principal, más aparente a su diseño original románico, ha sido rehecha intercalando sillares lisos con otros ajedrezados. La totalidad de su ábside también es indefinido, pues el central que se desplomó y desapareció y que en origen era semicircular, fue sustituido por uno rectangular, que a su vez también se hundió, ha sido rehecho modernamente en imitación al original. La totalidad de los muros del templo nos enseñan un amasijo desordenado de piedras, con desiguales formas y tamaños, como colocados sin orden ni concierto. Su esbelta torre-campanario que intenta seguir el estilo original del románico lombardo, es del gótico tardío, siglos XIII y XIV, contando también con complementos posteriores. 

De su interior, donde se custodia la talla de Santa María del Remei, del siglo XII, se han perdido los frescos románicos con los que contó, pero han subsistido góticos y renacentistas. Estando decorada por pinturas murales ejecutadas en 1580. En un altar lateral es conserven plafons de l'antic retaule gòtic (segle XV) amb escenes de la vida de Maria. Parte de su antiguo retablo gótico del siglo XV, lo podemos encontrar en un lateral; así como una pila bautismal por inmersión, de más de un metro de largo construida en granito. 

Es como si las deidades mitológicas de su pasado paganismo, representadas por el "Cojitranco", eterno contendiente del santo templario Pelegrí, hubiese estado enmarañando durante años las piedras del templo, trastocando todo de lugar. Aun así, podemos decir que esta iglesia es una joya que merece ser visitada con tranquilidad. 

En su bucólico y adosado cementerio, donde originariamente se enterraron templarios, yacen ahora algunos de los montañeros que ansiaban ascender sus cumbres. Sus espíritus reposan junto a los secretos del Gigante Mandrónius y del perverso geniecillo Erulet, que se tuvo que acomodar para la eternidad en el Aran, al ser rehusado en el cielo y el infierno, al negarse a elegir entre ambos en el momento de la creación del mundo. 

Pero aun hay mas, no terminando en este templo el misterio de esta población. Paseando por entre sus callejuelas nos toparemos con casonas como la denominada Çò de Paulet, de 1549. Donde, en una de sus magnificas ventanas renacentistas, también se ha reutilizado materiales de otros tiempos, pudiendo observar dos bloques prerrománicos tallados con misteriosas figuras, que por su condición pudieran proceder de la antigua iglesia de la Orden del Temple. A su derecha, uno de ellos nos muestra un personaje grotesco, que algunos dicen ser el pérfido gnomo Erulet, de que ya hemos comentado. A la izquierda, otro enigmático conjunto, de una figura erguida rodeada por cinco cabezas. Algunos ven en ella la representación de trinidad cristiana, otros el paganismo de la "Triada Divina" de los celtas. Sea como fuere, rezuma magia y encanto este rincón de Arties. 

Podemos acércanos también a la Casa Portolá, un bello edificio medieval probablemente del siglo XVI, que con su robusta y bien conservada torre cuadrada, ejerce, junto a la capilla de San Antonio como Parador Nacional, después de ser restaurado. Antigua mansión solariega de la familia Portolá, linaje destacado históricamente en Arties,  uno de cuyos miembros más sobresaliente fue Gaspar de Portolá y Rovira, explorador y gobernador de las lejanas tierras de California allá por el siglo XVIII, y el encargado de arrestar y deportar de esas tierras, por orden de Carlos III, a los jesuitas que en ellas tenían ya 14 misiones asentadas, hecho, que asemeja la eliminación de los Templarios en el siglo XIV que en párrafos anteriores ya he comentado, o lo de Rajoy con PODEMOS en Televisión Española. 

Solo nos queda ya por visitar la capilla de Sant Pelegri, el santo templario, a la que llegamos desde la plaza de Arties en apenas 500 m. tras remontar el rio Valarties, en cuya orilla se asienta el oratorio de traza románica dedicado al santo peregrino. Edificio simple de piedra con campanario de espadaña y ábside semicircular.

Pero Arties también es conocida por sus polémicos osos enclaustrados, que ya hace casi veinticinco años fueron ubicados a las afueras de la población Garona arriba, en un recinto de 600 m2, procedentes de una confiscación a un circo ambulante. Después de muchos años uno de ellos falleció, y el otro afectado, se empezó a mostrar triste. Solicitando al Parque de Cabárceno una compañera para él, siguiendo en la actualidad "Mimo y Aran" compartiendo morada. Pero el tema de sus condiciones de "bienestar" sigue generando polémica entre los grupos animalistas, estando pendiente de una solución definitiva sobre su acondicionamiento y o ubicación definitiva.

No quiero dejar esta bella aldea, sin hablar de su "estrella", que en este caso no es del firmamento, si no de los fogones. Se trata de Casa Irene, un restaurante que ha sido agraciado con una de esas estrellas, con las que los gabachos de Michelin nos sorprenden de vez en cuando galardonando a los comederos de postín. No he sido aun cliente suyo, pero todos los comentarios que de él tengo son favorables, aunque ojo con las carteras, las suelen dar buenos palos.


Montañas, naturaleza, románico, gastronomía, verdor, magia……. sensaciones, todo esto es lo que nos regala ese trozo de Pirineo que se sitúa al sur de lo que fue el país Occitano. Un paraje que aun semejante a otros valles pirenaicos, sin embargo tiene como su lengua, singularidades que no las podemos encontrar en ninguna otra parte de estas montañas de nuestra geografía norteña.