lunes, 5 de octubre de 2015

- Norðurland, el Norte islandés y Lago Mývatn (Islandia)

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Cual manecillas de un insólito reloj recorriendo su perímetro, nos dirigimos a transitar los maravillosos parajes del norte islandés, donde la fuerza de los volcanes hace tiempo que terminaron de modelar su paisaje. Norðurland o tierras del norte, es un amable territorio, en la que los desaparecidos glaciares de otros tiempos y las corrientes fluviales han creado un enclave de suaves formas; que aunque de espectaculares montañas e islas frente a la costa de un penetrante verdor; han generado una tierra viva llena de intensidades. Sus fértiles, verdes y cultivados pastos que se prolongan a uno y otro lado de nuestra ruta, son la antesala a una escabrosa y erizada costa, ceñida por deliciosos y amplios fiordos. 

Después de descansar en el esplendido Hostel de Broddanes; uno de los mejores alojamientos de los que disfrutamos en Islandia; tomamos rumbo sur por la orilla del Hrútafjörður (fiordo de las ovejas) a través de un extraordinario escenario de paisajes, para encontraos de nuevo en la "Ring Road", la N-1 o carretera de circunvalación de toda la isla. Durante el recorrido pudimos comprobar ingentes cantidades de viejos y secos troncos que, pulidos por el mar, han llegado a la deriva desde tierras americanas hasta estas latitudes, y que en tiempos del medievo, fueron usados por colonizadores de esta isla para construir prácticamente todas las edificaciones islandesas de aquellos tiempos. Al final del estrecho y alargado fiordo, justo en el enlace de la carretera principal, se halla el "Área de servicio" de Staðarskáli, donde a temprana hora paramos para tomar el ya clásico "café de la alegría". El día también se presenta hosco, y se va a mantener prácticamente así durante toda la jornada. 

A nuestra derecha dejamos el desvió que nos llevaría hasta Vatnsdalur (Valle del Lago), tomando el nombre de un pequeño lago truchero. Este lugar es afamado por su saga "Vatnsdœla" (saga de los Asentamientos), que cuenta la historia de los primeros colonos vikingos que llegaron a estas tierras. Aquí desaguan en un conjunto de múltiples colinas de diversos tamaños, en una de las cuales se realizo en 1830 la última ejecución de Islandia…………….. se nota que es un país avanzado, ya hace casi doscientos años se dieron cuenta de la inutilidad de esta medida como escarmiento, solo países "radicales" y atrasados la mantienen hoy en día. 

Entre brumas y plomizos cielos, imaginamos a nuestra izquierda la interesante península de Vatnsnes, situada entre los fiordos Miðfjörður (Backafiórd) y Húnafjörður. Pero como el día no acompaña y la ruta de hoy es larga, pasamos de desviarnos hacia ella para acercarnos a Hvitserkur que aunque es un sitio interesante, por las formas que tienen sus esculpidas y caprichosas rocas entre la playa y el mar, no será la mejor forma de poderlo observar, ni las condiciones de luz las idóneas. 

Es en el fiordo Húnafjörður, al levante de la gran bahía de Húnaflói, donde se encuentra la población de Blöduós, destacando en ella la hipermoderna estampa en hormigón de la iglesia local simulando un cráter volcánico y que divisamos al pasar por la carretera. 

Dejamos el olor marino para introducirnos hacia el interior del país, camino del escénico valle de Öxnadalur, donde podremos percibir la forma de vivir de sus gentes durante los pasados siglos. Para ello primeramente nos acercamos a la minúscula, aislada y coqueta ermita de Víðimýrikirkja (Iglesia de Víðimýri), edificio representativo de 1834, y una de las mejores muestras de la arquitectura tradicional islandesa (construida en turba con el techo de hierba y el interior de madera). Aquí es donde nos enteramos, de que si bien los islandeses de mediados del siglo XIX eran avanzados en cuanto a las penas capitales de los actos judiciales, no lo eran tanto en sus relaciones sociales. Las dichosas religiones, en este caso la "protestante", con sus intransigencias, moralidades y normas, tenían en este país reglamentado como cada uno debería de situarse en los templos: las mujeres se sentaban en el lado norte y los hombres al sur, los más ricos al fondo cerca del altar, los pobres cerca de la puerta y las embarazadas fuera del matrimonio en un sitio más bajo. Una vez en su interior comprobamos que es uno de los mas acogedores y mejor conservados del país. 
 

No muy alejada y al poco de pasar por Varmahlið; pequeña pero notable población, generada por estar situada en un importante cruce de carreteras; nos encontramos con la granja Glaumbær, merecedora sin ninguna duda de ser visitada. Asentada en el verde y fértil valle al fondo del fiordo Skagafjörður, el viejo
conjunto de casas que forman Glaumbær, hoy convertido en museo, nos enseña el contexto rural en los siglos pasados, así como las penosas condiciones de vida de los granjeros en aquellos tiempos. Donde se moraba en estas cabañas de turba, habitando un recinto mínimo en el que se reunían sus pobladores, víveres y enseres en un mismo espacio. Ni que decir tiene en época invernal, sin apenas luz solar y con unas condiciones climatológicas adversas, dándonos una idea de la dura cotidianidad de estas gentes. 

Sobre el sistema de construcción utilizado en Islandia durante toda la edad media y hasta casi finalizado el siglo XIX, lo primero que llama la atención son sus muros de turba y su peculiar techumbre cubierta de hierba, que aquí denominan "torfþak" (techo de hierba). No pudiendo utilizar paja u otros elementos para cubrirlo como en otras latitudes, por su inexistencia en este clima. La falta de vegetación del país, les obligo a que la poca leña que llegaba a la deriva hasta sus costas por las corrientes desde américa, la utilizaran para puertas, ventanas y a forrar su interior, usando para sus paredes exteriores piedra de lava y turba. 
 

Glaumbær, es el más interesante conjunto de este tipo de los que nos podamos encontrar en toda Islandia, al mantenerse en muy buen estado de conservación tanto exterior como interior. Está compuesto por seis minúsculas edificaciones adosadas, que orientadas sus fachadas al este y unidas por un pasillo, intentan aprovechar al máximo la fuerza calorífica, evitando salir al exterior cuando las condiciones son adversas. Entre ellas resalta aunque no mucho la casa principal, con cinco recintos añadidos en su trasera que servían de almacenes y herrería, estando dedicada la parte superior del último espacio a habitaciones. La cocina tenía una importancia fundamental pues en ella se preparaban los embutidos, ahumaban las carnes y pescados para aguantar los largos inviernos, sirviendo también como lugar donde lavar la ropa. 

Al parecer, en el techo de uno de los edificios, hay escrita una “ñ”, curiosidad o enigma, ya que en su alfabeto no existe esa letra. A mí, con la presteza de pretender apreciar hasta el mas mínimo detalle en el limitado tiempo del que disponíamos, y de poderlo reflejar en el interior de mi cámara fotográfica, se me paso buscarla. 

Guðríður Þorbjarnardóttir, la Gran Viajera
Aunque el conjunto de los perfectamente conservados edificios que podemos observar hoy en día son de los siglos XVIII y XIX, su historia se remonta al siglo XI, cuando estas tierras estuvieron habitadas por los primeros islandeses que posteriormente colonizaron Groenlandia, y desde allí explorar la actual Norteamérica quinientos años antes de que lo hiciera Colón. Tal y como nos los han trasladado (y posteriormente confirmado) la "Saga Grœnlendinga" (Groenlandeses) y la "Eiríks saga rauða", donde la segunda nos comenta sobre Erik el Rojo, los hijos de este Leif Eriksson (verdadero descubridor de la américa norteña), de su hermano Thorsteinn, y sobre la mujer de este ultimo Guðríður Þorbjarnardóttir, así como del hijo que ella tuvo allí de un segundo matrimonio. Guðríður nació hacia el año 980 en Laugarbrekka, al sur de la península de Snaefellsnes (como podréis ver en el capítulo dedicado a Arnastapi y Hellnar). Esta mujer abandonó Islandia acompañando a Erik el Rojo en ruta a Groenlandia y posteriormente hacia el año 1010, también se embarco en una de las primeras expediciones a Vinland (la actual península del Labrador en Canadá). Durante el primer invierno en tierra americana, Guðríður tuvo un hijo que fue llamado Snorri, siendo el primer europeo nacido en el Nuevo Mundo del que se tiene constancia. Posteriormente tuvo
que regresar a Groenlandia e Islandia, siendo en aquel tiempo cuando se asentó en Glaumbær.

La población islandesa ya se había cristianizado, y ya una vez desposado Snorri, nuestra viajera Guðríður dispuso peregrinar a Roma a fin de que sus pecados fueran perdonados por el Papa. Prometiendo levantar una iglesia en Glaumbær, si su regreso era satisfactorio. Pero se la encontró ya edificada por su hijo antes de su retorno sana y salva, por lo que se recluyó en ella el resto de su vida como una eremita. Todos estos periplos recorridos por Guðríður Þorbjarnardóttir, la han convertido en una de las mayores y más valerosas trotamundos de la Edad Media. Habiendo realizado hasta ocho travesías por el Atlántico Norte, llegando a América, y posteriormente cruzar toda Europa en un viaje de ida y vuelta, desde el Ártico al Mediterráneo, llegando hasta la ciudad donde se asienta el Vaticano. 

A pocos kilómetros de aquí, en el valle Hjaltadalur, que desemboca en el fiordo Skagafjörður, se encuentra la población de Holar. Ubicada al comienzo de la península Tröllaskagi (Península del Troll), ha sido un lugar de gran relevancia histórica, ya que en ella se situó, junto con el de Skálholt (del que ya he comentado en la entrada referida a Reykjavik), uno de los dos importantes obispados en los que se dividía la isla allá por el siglo XII. En sus proximidades se encuentra la granja de Nyibaer, también construida en turba y madera, pero mucho menos interesante que la de Glaumbaer. 

Si continuamos por la carretera costera de la península Tröllaskagi, nos encontraremos con Grafarkirkja (Iglesia de Grof), que aun dependiendo del Museo Nacional de Islandia, se halla ubicada en una finca privada en medio de un campo de heno. Esta minúscula capilla es la más antigua Islandia (similar a la que ya he comentado de Vídimyrikirkja erigida en turba y madera), y unas seis iglesias de este tipo que aún se conservan en ese estado, tres de ellas situadas en esta zona y las otras tres al sur del gran glaciar Vatnajökull. Su ubicación y el hecho de poderla descubrir en plena soledad, puede hacer que su visita sea uno de los momentos más sugerentes de todo el recorrido por estas tierras. 

Continuamos la ruta atravesando la formidable depresión que forma el valle de Öxnadalur, hasta llegar a Akureyri.  La apodada "Perla del norte", que aun siendo la segunda ciudad del país, es una pequeña, cómoda y coqueta villa que no llega a los 20.000 habitantes, situada en la costa oeste del fiordo Eyjafjörður. Recorrerla es fácil, solo cuatro calles tienen interés, donde se encuentran los edificios más coloridos y antiguos. Amén del moderno Centro Cultural HOF que se halla en su puerto y las escalinatas que ascienden
hasta la Akureyrarkirkja (Catedral), cuya moderna arquitectura dudo que agrade en demasía. Paseamos entre la lluvia de la tarde, tomando unas cervezas en el "Bláa kannan café" la casa azul, y cena en solicitado "Bautinn" la casa roja, casi enfrente una de otra, orgullosas ambas de formar parte de las construcciones más antiguas de la ciudad. Los dos, agradables y recomendables sitios para pasar las serenas tardes que nos regala esta urbe. Para dormir el cálido y agradable "Gula Villan Guesthouse", amalgama de variopintas gentes y ajetreante ambiente, situado justo enfrente de las calientes piscinas municipales, que con su kilométrico tobogán envuelven la zona del acuo vapor. Como curiosidad resaltar el establecimiento "Goya - Tapas bar", tal cual es como se titula, pero no imagino yo el ambiente tapero de los madriles en estas latitudes, mejor dejarlo como un exotismo de esta ciudad. 

Ya en la mañana y como casi de costumbre un borrascoso día, recorremos hacia el norte la orilla del largo y espectacular Eyjafjörður hasta el puesto de Hauganes, donde embarcamos en el Níels Jónsson en busca de la caza (fotográfica) de ballenas. Las aguas del Eyjafjörður se han convertido durante estos últimos años en el hábitat de ballenas jorobadas, ballenas mink, delfines, marsopas y otras especies marinas. Ataviados con vistosos e impermeables monos de pescador, recorremos las aguas de este fiordo en busca de estos enormes mamíferos marinos. Después poder observar a algunos de estos cetáceos en medio de la lluvia y la niebla, como jugaban a nuestro rededor, ensenándonos su colosal lomo y despidiéndose con vistoso adiós de su enorme y graciosa cola, probamos suerte con la pesca "a mano y con caña". Siendo recompensados en el intento con la captura de un suculento bacalao y una isa, los dos atrapados al mismo tiempo, trofeos, que dos días después en el lago Myvatn formarían el soporte principal de una copiosa cena. Toda esta zona es afamada por la importancia de la pesca del bacalao y donde se hallan algunas de las más importantes factorías del país para el procesamiento de este apreciado pez. 

Camino del lago Mývatn, hacemos una parada cara admirar la caída de agua del río Skjálfandafljót formando Godafoss "La Cascada de los Dioses". Que según la leyenda, debe su nombre a una antigua historia referente a que fue en este lugar, sobre el año 1000 cuando Thorgeir Ljósvetningagoði se deshizo de los dioses vikingos, arrojándolos a sus aguas, al convertirse al cristianismo la población islandesa. No es muy alta, ni impetuosa, ni ensordecedora, pero esta si ancha catarata, es una de las más peculiares de esta indómita isla. El campo de basalto por el que discurre el rio, es horadado por dos caídas de agua de unos 12 m. que en forma de hemiciclo son desviadas por unos peñascos, formando una ancha y brumosa cortina que se remansa a sus pies en un reposado lago de un azul intenso, siendo el mejor escenario para enterrar deidades, y no solo las vikingas. Lástima que estos dioses allí alojados en la noche de los tiempos, no se apiadasen de estos impíos mortales que los fuimos a visitar, y descargasen su furia castigándonos con un día de verdad ingrato y desapacible. 

Llegados ya al lago Mývatn, dedicamos la tarde a ascender al cráter del extinto volcán Hverfjall, y en recorrer a sus pies los laberinticos senderos que recorren el caos formado por el campo de lava que se extienden en Dimmuborgir. Un mundo mágico, tanto la subida al cono volcánico entre las pedreras de milenarias cenizas, con grandiosa panorámica de los alrededores; como las enrevesadas trochas por medio de las escorias y cavernas de las fundidas rocas que se han acumulado bajo su ladera. Lugares donde la fuerza del interior de la tierra ha dejado las huellas de sus ganas por emerger, como si tuviera ansias de respirar y cotillear lo que hay en el espacio exterior.
 

El lago Mývatn, que traducido tal cual seria "lago de moscas enanas", porque en él se encuentran durante el estío gran cantidad de estos molestos insectos, es una zona de fuerte actividad eruptiva y volcánica, estando situada sobre el límite de la placa tectónica que forma la dorsal atlántica, autora directa de los extraordinarios acontecimientos volcánicos que en sus proximidades se han desarrollado durante tiempos inmemoriales. Hace unos 10.000 años estos lugres estaban cubiertos por glaciares bajo los cuales se produjeron distintas erupciones volcánicas, que fueron esculpiendo su paisaje haciendo desaparecer progresivamente los hielos. Esta actividad telúrica, aunque más moderada nunca se extinguió repitiéndose regularmente en la actualidad. Se pueden observar los restos del manto de lava que el cercano volcán Krafla
dejo en 1729, durante los llamados "fuegos de Mývatn", que destruyeron prácticamente la población de Reykjahlíð, aunque sus habitantes no sufrieron ningún daño, al detenerse el flujo de magma frente a la iglesia, ubicada en un terreno más alto, hecho que fue atribuido a los rezos de su párroco. 

Ya los primeros vikingos que llegaron a colonizar estas tierras fueron testigos de algunos de estos sucesos, no explicándonos los coloridos visitantes que nos acercamos hasta estos lugares como sus pobladores no han abandonado el lugar hace tiempo. No obstante, al convivir con este insólito paisaje durante un par de días, esa sensación de desasosiego se va calmando, con la convicción o el deseo de que la enorme caldera de Krafla no vaya a despertarse de nuevo. Transformándose esa inquietud en admiración por todo lo que nos rodea, ofreciéndonos un panorama singular de contrastes dispares, por un lado las pacificas y tranquilas aguas de su lago en confrontación con las indómitas planicies lavas, humos y hervideros que hay a su rededor, convirtiendo este espacio en un mundo surrealista y en parte mágico. 


Con la sonrisa permanente de Nadine, como anfitriona y compañera de nuestra estancia durante los dos días que pasamos en el hostel que Tierras Polares tiene en Reykjahlíð, nos disponemos a recorrer esta zona castigada de siempre por el fuego de las continuas y cercanas erupciones. 

En su orilla sur se encuentran los interesantes y vistosos pseudocraters de Skútustaðir. Atractivas y curiosas alineaciones de pequeños conos volcánicos formados por explosiones de gas atrapado cuando la lava fundida fluye sobre terrenos húmedos. Estos originales cráteres se pueden recorrer a través de varios y no muy largos senderos. 

Ubicada en el interior de una fisura, dentro de una angosta cueva, Grjótagjá es la fuente termal más popular de toda la zona. Formada por un curso subterráneo de cálidas y trasparentes aguas, con varias pozas, donde no hace mucho se permitía el baño (en la actualidad prohibido), aunque como pude comprobar personalmente, hay quienes de forma clandestina disfrutan aun de un furtivo y templado remojón. 

A los pocos kilómetros de continuar por la Rig Road, y nada más superar un pequeño collado, se nos presenta un espectáculo de humo y color único, se trata de las solfataras de Hverir y Namafjall (lugar donde emergen los vapores sulfurosos de interior de la tierra), la capital del reino del azufre, al que no nos queda otro
remedio que acercarnos, pues su misma visión desde la lejanía ya es de por si atrayente. Estas emanaciones de gases y lodos en ebullición, son los más grandes y espectaculares de toda Islandia, una considerable extensión de extraño terreno, sin vegetación alguna que pueda soportar este diabólico y dantesco mundo. Paseamos por él, admirado a uno y otro lado los tonos con los que son agasajados nuestras desconcertadas miradas, un espectáculo de inverosímiles e intensos tonos pastel: ocres, rojos, grises, blancos y hasta azules. Un paisaje selénico plagado con calderas de fango hirviente, coloridos depósitos minerales, orificios humeantes y bulliciosas fumarolas, acompañado todo ello con el olor permanente a azufre. Un área incomparable y extraordinaria, diferente a todo lo que las humanas visiones están acostumbradas a ver, donde se siente estar pisando una tierra viva que se mueve bajos nuestros pies. 

Al norte de aquí y no muy lejana se halla Krafla, donde la poderosa fuerza interior de nuestro planeta ha dejado su enorme huella. A medida que nos acercamos, el paisaje va transformándose y las suaves tonalidades del terreno dan paso a la áspera y negra lava, el olor a azufre domina de nuevo todo el espacio que nos rodea, habiendo humeantes regueros azul turquesa por todo el caos se divisa a nuestro entorno. Krafla es una inmensa zona de unos veinticinco kilómetros de diámetro, en cuyo cenit se sitúa su caldera que tiene unos 80 km2, con una cámara magmática de entre dos y tres kilómetros de profundidad. Así mimo contiene una serie de fisuras que alcanzan en algunos casos los 90 km. de longitud y unas mil fracturas tectónicas, convirtiéndola en una de de las zonas volcánicas más activas Islandia. Un verdadero mundo de fuego, en el que se han registrado desde que se tiene constancia de ello hasta 29 erupciones, siendo la más reciente la que se registró entre 1975 y 1984, haciendo temer a los granjeros de la zona lo sucedido con los Fuegos de Mývatn en el siglo XVIII. erupción que arrasó unos 36 km2, donde se puede comprobar que la lava aun está caliente. 
 

Nos acercamos primeramente a visitar el seductor cráter "Viti", en el que se puede recorrer todo su perímetro acompañándonos la visión de su verde-azulado lago en el fondo. El nombre de Víti, que en el idioma islandés significa infierno, le viene por la antigua creencia de que el averno se encontraba bajo los volcanes, y no es de extrañar viendo el paisaje a nuestro alrededor, imagen próxima al que ya nos relato Dante en su "Infierno" de la Divina Comedia. 

Posteriormente realizamos el sendero Leirhnjúkur, que discurre en su inicio por viejas lavas cubiertas de musgo, hasta llegar a las zonas de más reciente actividad compuestas por ennegrecidas lavas. El camino discurre entre humeantes coladas de escorias negras y rojizas, pequeñas áreas de rojas solfataras y pequeños cráteres volcánicos. La visión desde su punto más alto es fantasmagórica, el negro de la lavas lo domina todo en contraste con los cielos brumosos, que se funden con los abundantes humos que aun salen de sus escorias, destacando la alineación que estos producen en una de sus innumerables grietas, y la perfecta delimitación de las jóvenes lavas de 1984 que parece solidificadas justo sobre la verde pradera de hierba a la que no llegaron. 

Ya de vuelta en el vehículo, pasamos junto a la central geotérmica de Kröflustöð de atrevido esquema futurista, envuelta de gruesas tuberías, humeantes chimeneas de vapor de agua y azulados arroyos. Más próxima al lago Mývatn, existe otra planta geotérmica mucho más pequeña y más antigua, en la que llama nuestra atención el intenso azul cobalto de la laguna donde desagua la instalación. De la misma coloración al de la Laguna Azul o Blue Lagoon de la península de Reykjanes, en las proximidades de Reykjavik, o la de Laguna Azul de Mývatn, a la que nos dirigimos para despedirnos de estas convulsas tierras. 

Nada mejor para terminar la intensa jornada que allegarnos a los "Jarðböðin við Mývatn", donde es obligatorio tomar un cálido y relajante chapuzón en sus baños naturales, que aunque son menos glamorosos y más pequeños que sus hermanos del sur, son más asequibles y acogedores. El recito de la piscina está bordeado por la roca volcánica negra de la zona, y sus humeantes aguas tienen el turbio color turquesa del líquido termal, brotando de uno de sus laterales, siendo por su alto contenido algo densa y untuosa, cubriendo la piel como de una lamina cremosa. La ubicación del lugar en una zona aislada, le confiere un halo especial, un momento de relax rematado con una cervecita después del baño. 

Ya de mañana y camino de los Fiordos del Este, nos desviamos a visitar las cascadas de Selfoss y Dettifoss qué próximas entre sí, nos invitan a una pequeña caminata. El rio Jökulsá á Fjöllum, nacido de los hielos del glaciar Vatnajökull, es el segundo más largo del país (206 km.) formando con sus heladas y turbias aguas las cataratas más poderosas de todo el continente europeo. La acción de sus aguas ha ido formando en el trascurrir de milenios el profundo cañón de Jökulsárgljúfur, que protegido por ingentes columnas basálticas en sus laterales ha formado un rosario de saltos de agua que nos proponemos visitar. 
 

La más afamada de ellas es Dettifoss, escuchando su rugir desde el lugar donde se deja el vehículo. Con 100 m. de anchura y una caída de 44 m. sus aguas al caer provocan una cortina nebulosa que puede verse mucho antes de llegar hasta ella. Solamente cuatro tonos dominan el paisaje: el verde de las praderas que la bruma de su salpicadura producen en su inmediatez, el blanco de las aguas en fuerte caída, el gris basalto de sus verticales pareces, y el contraste del cielo dependiendo de cómo este el día.

Bordear su orilla es toda una sensación, la fuerza del agua te atrae hacia sí, los acantilados al contrario te sujetan como contra punto, la permanente compañía de la pertinaz pulverización del agua hacia sus visitantes y la aridez de su ubicación, hacen del lugar algo inolvidable, eso si hay que madrugar para poder verla en su dimensión mística, si se accede a ella más tarde, parte del encanto desaparecerá ante la llegada de los multicolores visitantes, que como nosotros quieren disfrutar de este lugar.
 
Rio abajo se encuentra el Cañón de Ásbyrgi, donde hace un par de miles de años el rio cambio su curso por una enorme inundacio producida por la acción volcánica y los glaciares, abandonando sus aguas este lugar trasladándose tres kilómetros al este, dejando seco este impresionante y curioso barranco fósil. También hasta aquí ha llegado la magia de las leyendas y la mitología de los dioses vikingos, pues su original diseño en forma de herradura, se le atribuye a la huella de Sleipnir, el volador caballo de ocho patas que montaba Odín. Y casi que me quedo mejor con esta última versión, al ser más acorde con los mágicos paisajes que vamos disfrutando en nuestro recorrido por esta isla de hielo y fuego.

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