jueves, 10 de marzo de 2016

- Lofoten….. un trozo de Noruega en el Atlántico Norte

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Como si fuesen una continuación de la costa atlántica escandinava, las islas Lofoten, junto a sus vecinas Vesterålen, emergen a muy poca distancia en el norte de Noruega, siendo en realidad la prolongación de ese laberinto de fiordos que forma el litoral nórdico, quedando aisladas y rodeadas de un mar que las acosa permanentemente con sus turbulentas aguas. 

Rocosas y nevadas, situadas 150 km. por encima de esa línea imaginaria que marca el Círculo Polar Ártico, los míticos 66º 33' 46 '' de latitud norte, generando en cada uno de nosotros, que traspase ese trazo irreal e inicie un viaje por encima de esta latitud, un ligero hormigueo puro y sobrio, como lo son estas extremas tierras donde el invierno pertenece al dominio de la noche. Siendo en esta fría estación, en el que las jornadas se suceden sin que el sol prácticamente aparezca, cuando somos regalados con las verdosas y bailonas luces de alguna aurora boreal que atraviesan la irrealidad de estas eternas noches sin apenas fin. 

Salpicadas por pequeñas aldeas de los antaño humildes pescadores; que ahora en época invernal asemejan estar totalmente aletargadas, y que formadas casi en su totalidad por casas pintadas de un intenso y purpureo rojo, muchas de ellas construidas sobre palafitos situados unos cuantos metros por encima de la superficie del agua; son apodadas “el alma del norte de Noruega”. Nos ofrecen paisajes que cortan el aliento, creando una atmosfera casi irreal a lo largo de la orilla de su costa, donde el mar brilla con sus tonos azulados, verdes o turquesas, reflejándose en sus aguas las afiladas siluetas de sus altivos picachos. 
 
Impresionantes panoramas montañosos y solitarias playas, nos introducen en un sugerente entorno formado por altaneras paredes pétreas que cortadas a pico se sumergen casi verticales en el agua, como también sus rocosas costas que se elevan escasamente de la orilla generando un relieve de perfil suave y más calmado, siendo este contraste de su paisaje la curiosa uniformidad de estas marinas tierras. Generando pintorescos e irreales rincones, con idílicas ensenadas de minúsculos puertos, escondidas y coloridas aldeas o arenales marinos de difícil catalogación, que para los sureños que nos acercamos hasta aquí asemejan un mundo totalmente diferente a lo que habitualmente nos rodea. 

El nombre de este escarpado y encantador archipiélago procede del término “Lo”, que significa lince, mientras que la terminación “foten” significa pié, así pues, el pie del Lince. Estando formado por un rosario de islas de origen volcánico: Røst, Værøy, Moskenesøya, Flakstadøya, Vestvågøya, Gimsøya, Austvågøya e Hinnøya, así como pequeños islotes la mayoría de ellos deshabitados, que en hilera cual procesión de orugas se extiende hacia el suroeste, adentrándose en el océano como si de una auténtica muralla defensiva contra los vientos del oeste se tratara. Separadas de tierra firme por el fiordo Vestfjorden, sus espectaculares y graníticas montañas
asemejan al acercarnos hacia ellas desde la lejanía, los dientes de una gigantesca sierra emergiendo del mar, produciendo al vislumbrarlas desde la altura la sensación de contemplar un inmenso muro, denominado por algunas gentes como la Muralla de las Lofoten. 

Perdidas en mitad de la nada noruega, han estado por mucho tiempo prácticamente aisladas, viviendo recluidas, perdidas y alejadas de todo durante gran parte de su historia, siendo su relación con tierra firme complicada y mucho más durante los largos inviernos, forzados a una vida sumamente precaria, hasta las últimas décadas del siglo XX. Viviendo fundamentalmente de la pesca del bacalao, que cada invierno bajaba hasta estas aguas desde el mar de Barents, atraído por las cálidas aguas que la corriente del Golfo de Méjico se encarga de atemperar, generando un clima más moderado del que corresponde a estas latitudes. También de un comercio de subsistencia que forzaba a sus habitantes a ser prácticamente autosuficientes. La agricultura en estas condiciones de viva y en estos terrenos era casi un prodigio, al tener que hacerlo en suelos prácticamente rocosos bajo un clima extremo gran parte del año, tareas con las que únicamente se conseguía la pura subsistencia de la población. Incomunicación que ha forzado su propia personalidad y una cultura diferenciada de la del resto de sus compatriotas, generando a unas costumbres y modos de vida propios. 



Resguardadas bajo las cadenas montañosas del norte de Europa, acurrucadas tras la Laponia noruega e influenciadas por un mar que las rodea y que a pesar de castigarlas con una fuerza inusual les da esa vida tan peculiar y genuina, impregnándolas de una atmósfera propia. Estas islas son un compendio de la poderosa naturaleza que las rodea, un magnífico remanso de paz y sosiego, un lugar por descubrir escondido en unos de los últimos rincones más recónditos del continente europeo, territorio donde la naturaleza es la protagonista y donde poder sentir que casi se ha llegado al fin del mundo……….. el finisterre nórdico. Un maravilloso enclave también para los que nos gusta la fotografía como podéis observar en este video:  



En avanzada noche, esa hora en la que no sabes si estas en un día o en el siguiente, aterrizamos en la población de Bodø totalmente cubierta por la nieve. Ya amanecidos, descansados y bien desayunados, nos trasladamos a no muy lejano lugar para ascender con las raquetas de nieve hasta el mirador de Tuvlia, desde
donde se divisa el estrecho de Saltstraumen que separa las pequeñas islas de Straumen y Straumøya. Un canal natural de 3 km. de longitud y apenas 150 metros de ancho que conecta dos fiordos entre sí, zona donde se producen dos veces al día (cuando asciende y cuando desciende la marea) la corriente más poderosa del planeta, desplazando 400 millones de metros cúbicos de agua marina a una velocidad de más de 40 km/h. Asociada al legendario Maelstrom que ya nos relataran Julio Verne y Edgar Allan Poe a mediados del siglo XIX, genera remolinos de 10 m. de diámetro y 5 m. de profundidad, que resultan extremadamente peligrosos para las naves de pequeño y mediano calado que trascurren por sus aguas. 

Es una pena que el único ferry que une Bodø en la zona continental noruega, con Moskenes al sur de las Lofoten, salga a las 16,30 horas, prácticamente de noche en esta época del año. El espectáculo de irse acercando hasta es muralla natural ahora pintada de blanco debe ser
sobrecogedor, pero aun así, en la oscuridad con una esplendida luna llena como la que nos ha tocado, podemos observar nuestro destino para las próximas jornadas. En verdad la vista no defrauda lo que de ellas hemos podido informarnos y en invierno un añadido mas. 

Nos alojamos esta noche en el magnífico "Eliassen Rorbuer" (gracias Virginia), ubicado en la minúscula isla de Hamnøya, junto al mar y frente a la población de Reine. La noche no podía ser más provechosa pues fuimos regalados por la primera serie de "Auroras Boreales", que como bienvenida bailaron para nosotros sus danzas mágicas. El espectáculo de verlas sobre las agrestes y blancas montanas situadas por encima de Reine no creo que se me pueda olvidar en mucho tiempo. 

Después de esta onírica noche, nos despierta un malhumorado día en la isla Moskenesøya, la más meridional de las más grandes que componen este archipiélago. Decidimos dedicar el día a visitas protocolarias por sus
aldeas, para adecuarnos a este tipo de climatología, así como a conocer sus gentes y sus costumbres. Visitamos la encantadora Reine, donde entre copos de nieve y obstinadas nieblas nos tomamos el primer café de la alegría (el de las 10,30 de la mañana, que a veces se convierte en carajillo).  

Nos acercamos hasta la agradable aldea de Å (Å i Lofoten), la situada más al sur de todas las islas y donde termina la carretera que discurre por todas ellas. No es difícil localizar esta población en los anexos de los atlas……………. es la primera que aparece. 

Superada la pequeña población y puerto de Mølnarodden, comienza una serie de puentes y túneles que cruzan de una a otra de las islas que conforman este mágico archipiélago, elementos que se convierten en protagonistas de hermosa ruta que realizaremos durante los próximos días. Nos desviamos hacia la diseminada aldea de Fredvang a través de los llamados "puentes gemelos" para admirar el arenal de la playa deYtresand, y aunque el tiempo no acompañaba aprovechamos para comer algo rápido pertrechados bajo el techo de un área de picnic, donde comenzó a nevar de nuevo y con fuerte viento. Salimos de allí lo más rápido posible y paramos en la población de Ramberg para aprovisionarnos algo, en verdad que la tarde era desapacible. Ramber es famosa por su magnífica playa, pero el tiempo no estaba para eso, continuando ruta hasta Nusfjord. 

Visita imprescindible es esta minúscula población, con sus nevados peñascos que se precipitan hacia el mar, resguardando el pequeño y bien protegido puerto en forma de herradura, alrededor del cual se sitúan el reducido número de coloridos "rorbuer" de madera o casas de pescadores, que en tiempos eran usados durante la temporada de pesca por los trabajadores de la mar y que hoy sirven para alojar a viajeros, como es nuestro caso esta noche de nieves. Nusfjord conserva un interesante conjunto de este tipo de edificaciones originarias de finales del siglo XIX y a principios del siglo XX. Habiendo resistido al paso de tiempo y sobreviviendo a incendios o elementos extraños de las construcciones modernas. 

Este complejo de edificios se ha conservado como unidad homogénea, habiendo sido declarado por la UNESCO "Patrimonio de la Humanidad como proyecto piloto para la conservación de estilos arquitectónicos", sin embargo no es cierto que Nusfjord esté en la lista del patrimonio mundial de esta organización como se asevera en algunas informaciones. Excavaciones realizadas por expertos arqueólogos han descubierto asentamientos del siglo V, que ha mantenido desde entonces su singular carácter pesquero y una bien conservada historia, quedando aún en activo la vetusta y curiosa tienda de su comercio tradicional. 

Encajada en su encerrado y coqueto fiordo, que la convierte en una dársena natural bien protegida, es visita de obligada en el recorrido por estas islas, siendo uno de las poblaciones más bellas y pintorescas. 

Gris plomizo y más nevado aun despertó el puerto de Nusfjord, mal presagio para realizar el recorrido con raquetas que ayer no pudimos realizar por lo complicado del día. Pero aun así nos arriesgamos y retornamos en la temprana mañana a la isla Moskenesøya para realizar la Ruta a Kvalvika, la Playa de las Ballenas, una de las tres playas consideradas como las mejores de las Islas Lofoten (Bunes, Horseid y Kvalvika), situadas todas en la aislada y agreste costa norte de la más meridional de estas islas, y a las que se accede hace únicamente caminando, siendo a la que nos dirigimos la más fácil de alcanzar, pues no dependemos de utilizar el ferry para comenzar el paseo como ocurre en las otras dos. Su arenal, dividido con la marea alta en dos partes, es bastante popular durante el verano, no siendo así con estas condiciones que hoy tenemos. Aun así nos arriesgamos, y esa intrepidez es recompensada con el regalo de los primeros rayos de sol de la jornada. 

Ascendemos por la nieve hasta un collado, desde el cual ya se comienza a ver parte de la playa, las vistas son de lo mejor, aunque algunas rachas de ventisca intentan castigar nuestra osadía, pero no logran vencer las ganas que el astro rey por regalarnos su luz en este día. El recorrido no es largo, más bien modesto, pero merece la pena asomarse a esta ventana marina entre picudos acantilados de granito grisáceo, hoy espolvoreados de blanca neviza, que se embuten en caída casi vertical en un mar de tonos esmeraldas y turquesa, para admirar el panorama de la potencia de este inmenso océano, donde la atrayente perspectiva de su entorno y el recogimiento que nos trasladan son justa satisfacción a nuestros esfuerzos por la ascensión. Su nombre le viene al haber estado habitada hasta comienzos del siglo XIX por una familia de cazadores de ballenas, quedando en la actualidad muy pocas y aisladas ruinas de aquel asentamiento. 

De regreso y continuando la ruta hacemos una parada para visitar la curiosa y original iglesia de Flakstad. Construida originariamente en 1430 el actual edificio data del siglo XVIII, habiendo sido levantado con madera traída de Rusia que sus habitantes intercambiaron por pesca, debiendo ser ese el motivo de su singular torre ortodoxa. Pintada de rojo para protegerla de la intemperie, es de la segunda en antigüedad del archipiélago, habiendo resistido desde entonces esta inclemente climatología.  

Salimos de la isla Flakstadøya atravesando el estrecho marino existente entre las aldeas de Napp y Lilleeid por el túnel de Nappstraum, de aproximadamente 1.800 metros de longitud, llegando a la isla Vestvågøya.

Dejando a nuestra derecha el museo Vikingo Lofotr, levantado sobre los restos de una de las mayores mansiones vikingas conocidas hasta el momento, nos desviamos a apenas un kilometro camino hacia Eggum. Donde al igual que en la cercana población de Unstad, sus casas ubicadas en un atrayente entorno al pie de altas montañas, están agrupadas tal y como debieron de estarlo en la Edad Media. Siguiendo la línea de costa hacia el oeste y a 1,5 km. de la población, se encuentra "Borga Eggum". Construida en piedra durante la Segunda Guerra Mundial, fue una de las primeras estaciones alemanas de radares del norte de Europa. Justo aquí se encuentra una Reserva Natural y una hermosa y agradable playa, que combina las arenas con las rocas y guijarros en medio del soberbio escenario montañoso, siendo este encantador lugar donde acampamos y vimos el Sol de Media Noche durante el viaje que realizamos en julio de 1998, recuerdos que vuelven a mi mente pasados estos años. Aunque en esta época invernal no suele tener mucha luz por su orientación norte, soliendo ser el viento un incomodo compañero. 

Ya metida la tarde, aquí en esta época las cuatro de la tarde ya en casi de noche, nos damos un corto paseo contemplando la inmensidad de la rocosa playa a un lado, y al otro el circo de picachos nevados con el lago helado a sus pies y una cabaña aislada, eso sí con un gélido y desagradable viento que hace bajar la sensación térmica. 

Desde este lugar se puede realizar una interesante caminata por la costa hasta el faro de "Gleivneset" (9 km. ida y vuelta). Pudiendo continuar hasta la aldea de Unstad (9 km.) siguiendo uno de los senderos más hermosos de los que se puedan realizar en estas costas.  

Recorremos ya con prisas los algo más de 50 km. que nos separan de la población de Henningsvær ubicada en la Isla Austvågøya, la más oriental de las Lofoten y de perfil tan escabroso y sinuoso que da la impresión de ser un conglomerado de islas sin conexión. 

También Henningsvær me trae recuerdos de aquel verano de 1998, cuando nos alojamos en un genuino, autentico y desvencijado "rorbuer", entre enseres y aparejos de pescadores, así como un intenso olor a bacalao seco. No se me va de la mente una pila vertical negra de hierro fundido donde nos lavamos por la mañana y de donde cogíamos el agua para cocinar, son evocaciones agradables y nada desdeñables, momentos vividos con gran intensidad……………. en fin otros tiempos. 

Con las montañas a sus espaldas y el mar de frente, Henningsvær es un pequeño e idílico puerto pesquero ubicado sobre varias islas conectadas entre sí, que al estar rodeada prácticamente de mar, es apodada como la Venecia del norte.  Con sus coloridas casas rodeando el puerto, elevadas sobre pilotes en el agua de su pequeña y casi encerrada ensenada, está considerada como una de las poblaciones más encantadora y pintoresca de las Lofoten. Un rincón singular que atrae a cuantiosos foráneos durante la época estival, y uno de los puertos más importantes y hermosos de la zona, pues la singular luz que caracteriza estas latitudes, la belleza de su entrono y ubicación, ha hecho seducir a cantidad de artistas que han decido asentarse en esta población. 

En pasados tiempos fue una dinámica población durante la temporada invernal con la pesca de bacalao. La prosperidad de estas islas en el siglo XIX, la convirtió en una de las más importantes localidades pesqueras del archipiélago, llegando a tener entre los meses de enero a abril su base en ella más de 6.000 pescadores hasta mediados del siglo XX.  Esos secaderos de pescado que durante nuestro recorrido hemos ido viendo por los alrededores de las distintas poblaciones, impregnando de ese olor tan fuerte y característico el ambiente, son en la población de Å y aquí donde más sobresalen. 

Con el cielo totalmente oscurecido, pasamos por Storvågan y Kabelvåg, divisando en esta última población, desde la ventanilla del vehículo, su enorme e histórica iglesia iluminada con las luces nocturnas que la hacen resaltar sobre la colina donde se asienta. 

Lo mismo nos ocurre con Svolvær, capital de estas islas, donde ni siquiera pudimos observar la roca "Svolværgeita" (Cabra de Svolvær), símbolo de la población. 

Llegados al camping Sandsletta, situado a orillas del fiordo Vatnfjorden (Lagos-fiordo) que desde la terraza de nuestra cabaña más bien parece un lago helado, solo nos da tiempo a reponer nuestros estómagos y partir para el cercano "Polar light Center" (Centro de las luces polares), en las proximidades de  Laukvik. En donde nos explican el maravilloso mundo de las Auroras Boreales, su formación y la forma de poderlas observar. 

Temprano en una nueva y fría mañana partimos para cruzar el estrecho de Raftsundet. La ruta: Laukvik - Fiskebøl - Digermulen, recorriendo toda la escarpada costa norte de la isla Austvågøya y la orilla oriental del estrecho Raftsundet, es verdaderamente impresionante, lástima que el reloj sea en esta caso un enemigo más que un aliado y no podamos realizarla.
Recorrer en su longitud los 20 km. del angosto "estrecho" de Raftsundet, con apenas 220 m. en su parte más estrecha, entre montañas de más de 1.000 m. vigilando sus orillas y ver en la margen contraria el aun mas ceñido fiordo Trollfjorden (fiordo del Troll), al que únicamente se puede acceder en barco, con unos 100 m. de anchura y las mismas altivas montañas en sus ribazos, es una de esas sensaciones inigualables que te dejan estas islas. Siempre hay que dejar algo por ver, es la señal de que habrá que volver, y esta visita pendiente, puede ser el acicate de un nuevo regreso a estas tierras, para recorrer estos lugares en el Hurtigruten (el Expreso del Litoral), que diariamente los recorre en los dos sentidos. 

Para poder conocer en toda su magnitud estas islas y sus maravillosos paisajes en invierno, puedes observar este video que nos sitúa en ellas como si estuviéramos allí, con sus sensaciones, sus brumas, sus montañas, su mar y sus pequeñas y coloridas poblaciones:



Con la vista puesta en las nevadas montañas de nuestro rededor cruzamos el estrecho Raftsundet por el puente Raftsundbrua, estamos ya en las islas Vesterålen (pincha aquí si quieres conocer estas islas), nuevos paisajes con nuevas experiencias y nuevas sensaciones……….. pero eso ya es otra historia para ser contada.

lunes, 7 de marzo de 2016

- Vesterålen…. las islas de la Laponia Noruega

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Nos despiden las islas Lofoten en una mañana fría y gris, tomando dirección este para adentrarnos en el archipiélago vecino de las Vesterålen, a las que accedemos nada más cruzar el puente de Raftsundbrua que conecta las islas Austvågøya (Lofoten) y Hinnøya Vesterålen. Nos siguen acompañando esas siluetas montañosas salidas prácticamente de las marinas aguas de azul frio de estas tierras. Y aunque menos altivas que sus vecinas del sur, a estas horas de temprana mañana están brumosas y gélidas, pero siguen despertando nuestra admiración a través de la ruta que seguimos en busca de la población de Sortland, en el límite oriental de la isla Langøya, la población más grande de las Vesterålen. 

De geografía irregular, las Vesterålen poseen grandes extensiones de verdes prados con fértiles aldeas agrícolas, vigiladas por las atrayentes cimas de las montañas que de color de color negro azulado, y teñidas ahora de impoluto blanco forman un telón de fondo casi permanente en el paisaje que transitamos. 
 
Compuestas por las islas: Hadseløya, Langøya, Andøya, Hinnøya, Tjeldøya, Austvågøya y otras de índole menor, son un conjunto de tierras marinas poblados por personas con una rica historia, donde la presencia "sami" se empieza a notar. 

Los samis (mal llamados "lapones") fueron desde tiempos remotos los habitantes nómadas de estas norteñas tierras de Laponia, una zona que abarca las tierras árticas de Escandinavia desde el norte de Noruega, Suecia y Finlandia hasta la Península de Kola en Rusia, denominado por ellos como Sámeednam o Sápmi, donde habitan desde hace más de dos mil años, sin saber exactamente su origen exacto. Se han dedicado a lo largo de los tiempos a subsistir de la caza y la pesca, hasta que en el siglo XIX se asentaron en zonas más a menos estables para dedicarse fundamentalmente al pastoreo de renos. No siendo reconocidos como pueblo originario de estos lugares, debiendo de estar supeditados a las reglas y leyes impuestas por los estados que ocuparon sus tierras. Una trabajosa lucha durante el siglo XX culminó con el reconocimiento de los samis por las Naciones Unidas como pueblo indígena. No existen estadísticas oficiales de su población, pero se estima que son aproximadamente unas 82.000 personas: 50.000 en Noruega, 20.000 en Suecia, 10.000 en Finlandia y 2.000 en Rusia. 

Sin cruzar el puente que nos llevaría hasta la ciudad de Sortland; anodina ciudad que tuvieron que pintar de azul, pues al parecer carecía de alma y de esa forma le dieron algo de singularidad, apodándola "La Ciudad Azul; nos dirigimos a "Inga Sami Siida" para conocer algo de la cultura sami. Se trata de una granja de renos dirigida por Laila, una corpulenta y risueña dama, que junto con su familia tratan de sacar adelante la cría de estos cérvidos, desde que hace mas de 150 años su familia se trasladó hasta aquí viniendo desde el norte de Suecia. Crianza y posesión de estos animales solo permitida a la población sami. 

Dentro de una "lavvu" (tienda típica sami, parecida a una "tipi" de los indios americanos) y alrededor de una cálida lumbre de abedul, nos va relatando las historias de la cultura y forma de vivir en el pasado del pueblo "sami", sus mitos, la magia del entorno, el pastoreo con los renos, y su vida cotidiana. Además de escuchar cómo nos da la bienvenida con una "Joik" (canción tradicional de sus gentes), nos invita a un agradable y caliente guiso de verduras y carne de reno, que nos entona el cuerpo en este entorno frio y umbrío. 



Más al norte, en la punta septentrional de la isla de Andoya, se localiza la población de Andenes, donde en la época estival se puede realizar con facilidad el avistamiento de horcas, delfines y una gran variedad de ballenas. Y donde además se puede visitar el Whale Safari Museum, donde se encuentra un enorme esqueleto de ballena, así como visitar los cuatro "rorbuer" (casas de pescadores) más antiguos de la ciudad, uno de ellos trasformado en museo etnográfico. En la cúspide de un acantilado se levanta la roja silueta de su inmenso faro, que con sus 42 metros de altura (148 escalones por escalera de caracol) y un potente haz luz alcanza 93 km. de visión, sin duda una panorámica impresionante.

También en dirección norte, pero en la isla Langøya (la tercera más grande de la Noruega continental) nos dirigimos por parajes completamente blancos por la nieve hacia la población de Stø. De camino paramos para admirar la puntiaguda montaña del Reka, que de apenas 605 m. de altitud pero de silueta alpina como si fuera una gran montaña, se ubica al fondo del enorme fiordo Eidsfjorden. También y recorriendo la orilla derecha del vecino brazo de mar de Steinlandsfjorden, con las también hermosas y altivas cumbres del Navarsborrfjellet formando un bucólico paisaje de puro y albo invierno. 

Stø es una aldea de pescadores de apenas 100 almas, situada en el extremo más al norte de la isla. Desde ella nos proponemos recorrer parte del sendero "Dronningruta" o Ruta de la Reina, hermoso re corrido que bien por los montes del interior, o por la orilla de la costa, completa un recorrido circular de unos 15 km. que une los pueblos de Stø y el antaño abandonado puerto de Nyksund. Este último, verdadero paraíso perdido, fue despoblado hace ya años tras de ser destruido por una potente tempestad en los años cincuenta, hoy está resurgiendo poco a poco como refugio de gentes dedicadas a las artes. Desde su dársena podremos observar unas espectaculares vistas del mar abierto. 

Entre nieve y hielo recorremos el trecho costero que nos lleva hasta la playa de Skipssanden, justo para ver desde ella una extraordinaria puesta del sol. Hermosa queda en mi retina y en el sensor de mi cámara, la imagen de la nieve llegando hasta las placidas aguas marinas, quedando las onduladas figuras dejadas por las olas dibujadas en blanco sobre las arenas ocres, un espectáculo único y surrealista para uno que vive en latitudes muchos más bajas que las de estos paisajes nórdicos. El nombre de este recorrido la viene por el paseo que realizo en 1994 la reina noruega Sonia, transitando a través de un magnifico panorama por la punta más septentrional de la isla con el inmenso océano Atlántico de fondo. En realidad se trata de una antigua ruta que en otros tiempos ya utilizaron diferentes personas, incluyendo la partera de Stø, que lo empleaba para asistir a los nacimientos en Nyksund. Siendo este recorrido elegido en 2012 por los lectores de la revista "Friluftsliv" (Aire libre) como uno de los más hermosas caminatas. 

Retornamos en gélida tarde para cruzar la isla Hinnøya, la más meridional de las Vesterålen, la cuarta más grande de las islas noruegas y la mayor de las consideradas como continentales, encontrándose casi dividida en dos partes por los fiordos de Kanstadfjorden y Gullesfjorden. Pudiendo derivarse su nombre de este hecho geográfico, toda vez que en que el vocablo "hinn" en nórdico antiguo quiere decir “partir”, “cortar” o “dividir”. El estrecho de Tjeldsundet, conecta la isla con el continente a través del puente Tjeldsundbrua, de 1007 m. de longitud. Siendo en sus proximidades, prácticamente bajo su sombra nada más pasar el puente y a la orilla del mar, donde nos alojaremos en las magnificas cabañas del "Tjeldsundbrua Camping", donde la noche nos regaló un impresionante baile de "auroras boreales" en el firmamento. 

Tal como para los seguidores de "Ala" es obligatorio hacer un viaje de peregrinación a la Meca, la dinámica informativa y el costumbrismo nos indican unas series de cosas que debe hacer durante la vida cualquier mortal que se precie: plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo………… o hija, tal y como ya nos adelanto Aristóteles hace casi 2.500 años atrás. Pues yo, que ni religioso soy y menos mahometano, y aunque si tengo aprecio por el filosofo griego, añado que nadie debe de pasar su existencia sin vislumbrar este fenómeno estelar de las también denominadas "las luces del norte", que sin ser un elemento extraño en nuestra geografía hispana, pues se han podido observar cuando la actividad solar es extremadamente intensa y con condiciones especiales, en el norte de nuestra piel de toro, sí que son merecedoras de vérselas bailar por encimas de nuestras cabezas con sus intensos encajes verdosos y magentas, trasladándonos sus energías cósmicas hacia lo mas intimo de nuestro ser.



Si bien estas que pudimos observar aquí, no fueran comparables a las que observamos en Qaleraliq (Groenlandia), sí que nos llenaron de gozo y nueva sorpresa, aunque fuera a nueve grados por debajo de los cero. 

Como colofón a la mágica noche, el día nos regala un cielo azul y una luz de trasparecía especial que solo en estas latitudes existe, lo cual aprovechamos para dirigir nuestros pasos hacia el norte, en busca de la ciudad de Harstad el mayor asentamiento humano de la isla Hinnøya con algo más de 20.000 habitantes, hallándose situada a unos 250 km. por encima de la imaginaria línea del Círculo Polar Ártico. Poco antes de llegar nos desviamos para realizar una pequeña ascensión en la nieve hasta la colina de Gangsåstoppen, apenas 20-30
minutos de sencilla caminata hasta su cima, desde la que se divisa una impresionante perspectiva de 360 grados, en la que se incluye la panorámica de la ciudad de Harstad desde la altura. 
 
Ubicada tres kilómetros al norte en la orilla del mar, destaca la medieval construcción de Trondenes Kirke (iglesia de Trondenes), que fue durante muchos siglos la iglesia cristiana ubicada más al norte del mundo. Rodeada de un bucólico cementerio, unas vistas extraordinarias, un museo y un área de recreo, es el lugar que elegimos para realizar el picnic correspondiente, pero con prisas, pues aunque el sol era nuestro aliado, el frio intenso y una suave brisa nos hace huir rápidamente de este encantador enclave. 

Paseamos en la tarde por la nevada y agradable población de Harstad que goza de una estratégica y pintoresca ubicación, además de ser bien acogidos en el "Karma Café" (Strandgata, 12), donde unos calentaron su cuerpo con carajillo y otros lo refrescaron con cerveza. En las cercanías de la población se pueden observar asentamientos históricos, o nos podemos acercar hasta el enorme precipicio kittiwake en la isla de Helløya, para contemplar sus colonias de aves marinas. 

Continuamos nuestro camino ahora en dirección sur camino ya de tierras continentales, hasta las cercanías de la comunidad de Skanland, puerta de entrada (en nuestro caso de salida) de las Verterålen, rica en historia, cultura y población "sami". Pasamos por las cercanías de Evenes situada en la costa norte del Ofotfjorden (fiordo de Narvik), donde su parte occidental (Liland y el área de Evenes) son tierras bajas, mientras que en la parte oriental (Bogen) las montañas ascienden prácticamente desde el mismo fiordo. 

Liland (Lidaláddi) fue el centro neurálgico de toda la zona Ofotfjord, hasta la trasformación de Narvik en el siglo XX como centro de comercio e industria. Junto a la aldea de Bogen y rodeado de montañas está el curioso lago Strandvatnet, un raro ejemplo de lago meromítico, en el que las distintas capas de sus aguas no se mezclan. Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes encontraron en la bahía Bogen, amplia y bastante profunda, como el lugar perfecto para instalar una base naval, ya que Narvik está a sólo 10 millas náuticas (19 kilómetros) al este. Convirtiéndose este fondeadero en una de las plataformas navales más poderosas de Alemania durante parte de la guerra, siendo una potente amenaza para los convoyes de las fuerzas aliadas. 

En Bjerkvik, población situada tan solo a 33 km. de Narvik, dejamos la carretera E-10 que prácticamente nos ha dirigido por todo nuestro periplo isleño, cogiendo la histórica ruta E-6 que nos conduciría hasta el final del continente europeo en su punto más septentrional el Cabo Norte " North Cape". Entrando en territorio "sami", cruzamos los prácticamente deshabitados territorios de Bardu, básicamente cubiertos de bosques y tundra, el termómetro marca -18º. Hacemos una parada en la perdida localidad de Setermoen para estirar un poco las piernas y tomar algo cálido. Todo a nuestro alrededor está cubierto de nieve, las luces de la población en esta tarde ya oscura, convierten el lugar en algo fantasmagórico e irreal, no hay nadie por sus calles y apenas circulan coches por la blanca y helada calzada…………. que sensaciones generan estas tierras del norte. Pero tenemos que continuar pues aun nos quedan unos 120 km. en estas condiciones para llegar a nuestro destino, el Camp Tamok. 

Unos 70 km. antes de llegar a Tromsø, nos desviaremos hacia un valle arropado por montañas de más de mil metros para llegar en avanzada noche a Camp Tamok, situado al fondo del Lyngenfjorden (82 km. de longitud), el más largo de toda la zona. Magnífico fiordo que se haya protegido por los espectaculares Alpes de Lynges. Siendo en estas aisladas y alejadas tierras, donde en el siglo XIX se instalo el luterano movimiento religioso puritano y ultra conservador "Laestadianismo", prosélito del clerico Lars Levi Laestadius, donde hoy en día aun mantiene una fuerte posición. Siendo su bastión la cercana población de Skibotn, a tan solo 45 km. de donde estamos. 

Es aquí, en el Campamento Tamok, donde las nueve almas que transitamos por estas heladas tierras, pasamos la noche en una cabaña "lavvu" (tipi o cabaña) durmiendo encima de varias pieles de reno, rodeados a una estufa de leña, a la que un par de intrépidos recargaron de abedul a las 4 de la madrugada para que el frio no fuera tan intenso, pues la temperatura exterior rondaba los -12º. Es también una ubicación excepcional para observar las " luces del ártico " este lugar, y aunque estuvimos penitentes hasta casi la una de la noche en esas condiciones ambientales, los dioses no nos fueron benévolos con nosotros, la magia no podía ser completa. 

Pero en la mañana de nuevo fuimos recompensados con un esplendido, aunque frio, día de sol invernal. Las nieves nos rodeaban, el humo de las lavvu buscaban el azul de los cielos, los perros aullaban en las proximidades pidiendo salir para tirar de los trineos, y es que ellos saben como nadie cuando se aproxima su hora de trabajar, y están deseosos de ello. 

Y a eso vamos, a realizar un recorrido de unos 15 km. en trineo guiado por perros "husky", en medio de un idílico y extraordinario paisaje de blanco impoluto, rodeados de una naturaleza virgen y excepcional, transformándonos de urbanitas en verdaderos “musher” (conductor de trineo de perros). Un recorrido solo comparable a las noches de cielos bailando con las "luces del norte". Un paseo en medio del silencio y la paz por el encantador Vass Valley (Valle de Vass), entre el Lago Tamok (Tamokvatnet) y el Valle de Finn (Finndalen), un deshabitado paisaje blanco rodeado de montañas y bosques, en medio de un grandioso entrono natural. Donde el único sonido que nos acompaña es el aullar de los perros en sus deseos de tirar y tirar, y el suave crujido del trineo a deslizarse por la nieve……….. una sensación única que deseas se prolongue por más tiempo, y que difícilmente se me borrará de la mente. 

 
Este sistema de transporte, que anteriormente se realizaba (aun hoy se realiza) mediante trineos tirados por renos, es una de las más antiguas formas de comunicación en el norte de Noruega y una parte fundamental del estilo de vida de los sami, su historia y su cultura. 

Tromsø, capital del corte y fin de nuestro periplo no está ya lejos, solo nos queda recorrer la orilla oriental de fiordo Balsfjorden y atravesar el valle de Lavangsdalen, con los no muy lejanos e impresionantes Alpes de Lyngen, que majestuosos y altivos se yerguen al este de nuestra ruta. 

Ubicada en una isla, la acogedora, cosmopolita y animada ciudad de Tromsø es la puerta al océano Ártico, habiendo sido punto de partida de numerosas expediciones polares. Situada en latitud 69° N, y a casi 350 km. por encima del Círculo Ártico, nos recibe en una de esas prematuras tardes nórdicas que solo dejan pasearla en la penumbra. Aun así, nos da tiempo a recorrer las cuatro calles que alrededor de su antigua Catedral de madera conforman su casco antiguo, a contemplar una colección de esculturas realizadas en hielo y expuestas al aire libre en la plaza Stortorget junto al puerto y a tomarnos unas cervezas en Kaia, en el nº 2 de esta misma plaza, con unas esplendidas vistas del puerto, las cercanas casas de tradicional estructura que conforman el Polarmuseet (Museo Polar), así como la moderna, original y atrevida silueta de la nueva Catedral Nórdica que se divisa en la parte moderna de la ciudad al otro lado del fiordo. 

Pero aun no ha terminado nuestro peregrinaje por las frías tierras nórdicas, los avatares de la vida y de la comunicación, hace que la escala que debemos hacer en el aeropuerto de Oslo para regresar a las más cálidas tierras mesetarias de la Hispania interior, sea de más de siete horas (que después se convertirían en casi 10 por los retrasos aéreos), por lo que aprovechamos para acercarnos hasta la capital noruega en tren rápido, que en apenas 15´ nos dejara en el centro de Oslo. 

Y de nuevo me veo en esta ciudad 35 años después de mi primera visita, viniéndome a la mente los recuerdos de una noche completa, con madrugada incluida, recorriéndola en su totalidad y con la mejor de las compañías, puesta la visión fija en el famoso trampolín de saltos de esquí, pues en sus cercanías es donde estaban acampados en resto del grupo y donde deberíamos llegar……… pero eso es otra historia que contare cual batallita de abuelo, y aun no lo soy. 

Oslo sigue siendo muy parecida a aquel entonces, sus edificios del centro son prácticamente los mismos, pero las ciudades varían y se trasforman, siendo mi visión de esta urbe satisfactoriamente mejor. Con un día de tenue sol, pudimos acercarnos hasta el nuevo y vanguardista edificio de la Opera, situado en uno de los fondeaderos de su puerto a orillas de un helado mar. Recorrimos la famosa Karl Johans gate, en toda su amplitud hasta el Palacio real, nos tomamos una magnifica hamburguesa y un exquisito plato de salmón en el pub "The Scotsman", clásico del centro de Oslo (Karl Johans gate, 17), con ambiente futbolero, y regreso callejeando de nuevo a la estación.

Así es como completamos unos intensos, agradables e irrepetibles días por los fríos nórdicos de las islas Lofoten y Vesterålen, que me han sabido a poco. Ya el tiempo dirá si mis botas volverán a pisar sus nieves………….. por mi parte no hay inconveniente, pero el futuro es una incógnita y los lugares pendientes de visitar muchos.